Entendido. He visto Gravity en la tele y no me ha parecido nada del otro mundo, salvo ese despliegue técnico tan hermoso. La veo para contagiarme del espíritu Oscar, que a estas alturas ya es de dominio público. Y claro, me dicen en Facebook varias personas que la peli hay que verla en el cine, en 3D, con un sonido espectacular y a ser posible sin compañía. Eso debe ser. La sensación de estar colgado en el espacio, con esas apabullantes vistas de la Tierra, siempre de fondo. En la tele, todo eso se pierde y la película tan solo se limita a contar una historia de superación que tiene escasos mimbres.

Pero es el efecto Oscar, que a partir de hoy mismo revolucionará la cartelera mundial, para darle otro empujón con segunda vida, a estos filmes que pudieron pasar desapercibidos. En la tele sucede algo similar. Jordi Évole regresó a la tierra, bajó del espacio de la ficción y se agarró de nuevo a ese formato que proporciona confort al espectador: sabe que lo que se cuente será verosímil. Y eso que el entrevistado es Pedro J. Ramírez, sobre el que corren apuestas acerca de su versión, tras ser defenestrado en El Mundo: ¿es cierto que lo liquidó Rajoy? Ustedes mismos.

La Sexta ha encontrado oro para la noche de los domingos. Un dúo imbatible, Évole-Ana Pastor. Así que asombra la osadía de Cuatro al meter a Risto Mejide a competir con este equipo. Ni Risto es entrevistador confiable ni sus personajes tienen tirón. Exacto: es como ver Gravity en pantalla pequeña. Fiasco.