Da la impresión que durante las dos semanas de campaña electoral los españoles han estado mascullando a quién votar en este 28-A incitados más por el odio a los políticos y a muchas de las soflamas que han ido lanzando que por la ilusión que puede suponer apostar por alguien que, desde un punto de vista muy personal, pueda significar el inicio de una nueva etapa de gobierno en nuestro país. Y que sea positiva, claro. La campaña electoral ha sido muy visceral a nivel nacional y totalmente insulsa en Aragón, y el resultado lo tendremos esta noche. De momento, lo que parece más claro es que hay muchos aragoneses y españoles a los que no les ofrecen ninguna ilusión las ofertas electorales del momento. Pero hay que elegir, y sobre todo teniendo claro que asoma como una gran sombra negra la ultraderecha. Esto es lo que hay.

La campaña también ha puesto de manifiesto más que nunca que la dicotomía izquierda-derecha sigue muy vigente. Hace unos años, con la irrupción de nuevos partidos políticos como Podemos y Ciudadanos, se dijo y se insistió en que hablar de izquierda y derecha estaba totalmente trasnochado. Que eso ya no existía. Pues bien, hoy, después de una de las campañas electorales más mediocres que se recuerdan, la mayoría de españoles va a decidir entre izquierdas y derechas. El centro se ha quedado muy despejado para hoy, aunque también habrá otros muchos que optarán por formaciones que abanderan otras cuestiones más sectoriales al margen de la izquierda y la derecha que, aun yendo muy al alza en estos momentos, todavía son muy minoritarias. Todos los líderes políticos, los de los debates, los que no dejan de llamarse mentirosos, han dejado muy claro que las izquierdas y las derechas están muy de actualidad. Y sirven.

Con estos dilemas ilusión-odio y derechas-izquierdas, los políticos han ido engordando las diatribas en estos días de campaña. Han abierto más que nunca esa división de España que muchos no quieren tener en la memoria y junto a ello, la derecha constitucional se ha metido en una lucha fratricida de líderes y unos jaleos que solo han servido para dar alas a los más extremistas de la propia derecha que han sido en esta ocasión, casualmente, los que más espacios abiertos han sido capaces de llenar en sus mítines. La plaza de Colón de Madrid imponía el viernes.

En Aragón ha pasado todo con tanto frío que ha sido la primera campaña de elecciones generales en la que los líderes nacionales no han dado ningún mitin. Ni en Zaragoza ni en la España vaciada, por mucho que haya estado en boca (pequeña) de todos Teruel y sus circunstancias. Es verdad que los candidatos aragoneses han ido a un montón de pueblos y se han dirigido a muchos sectores de la sociedad, pero a veces, haciendo confundir la campaña autonómica con la nacional, sobre todo en los dos partidos más grandes. Ha sido tan sosa que entre los líderes de Aragón se ha visto menos ese pulso izquierda-derecha, aunque los traspasos de personas entre partidos y fichajes sonados ahí están, como el exalcalde de Escucha, el abogado-articulista-contertulio que militaba en el PP o el exconsejero popular y tambien contertulio por Cs. Lo que pasa en Aragón es que, aun habiendo una derecha muy de derechas y una izquierda que por momentos puede ser radical, los partidos no tienen grandes diferencias en aquellas cuestiones que afectan a la comunidad y dependen del Gobierno central: corredor, Canfranc, carreteras, trasvase... Pero los aragoneses también son de los que se mueven más por el odio hacia los políticos afincados que por creer en la ilusión de algo. Al menos, en las elecciones de hoy. El 26-M es otra historia diferente.

Hoy toca votar. Es la mejor decisión que se puede tomar. Acudir al colegio electoral para decidir por derechas, izquierdas u otros. Pensando no en el odio hacia los políticos (aquello de que son todos iguales, que solo quieren estar en el poder y que solo buscan sus intereses partidistas) sino en la ilusión que se pudiera generar al optar por una formación política. Ese debe ser el espíritu con el que meter la papeleta en la urna. Pero sobre todo, no quedarse en casa. La abstención no sirve en estos momentos en que la extrema derecha se asoma con fuerza. Puede que mucha culpa de estas irrupciones la tengan los partidos de siempre, pero no es momento de hacer ningún experimento más.