Ignoro si griegos y romanos eran más felices religiosamente hablando, pero no cabe duda de que el monoteísmo es un dios con mayoría absoluta. Que los seres humanos hagan mal uso de las mayorías absolutas no quiere decir que vaya a caer en ese vicio Dios, pero está claro que sus seguidores están convencidos de que tienen que arrasar. Una mirada al mundo circundante es el reflejo de la cerrazón de las mayorías absolutas: los judíos convencidos de que cualquier atrocidad que cometan será aprobada por Yahvé; los islamistas asumiendo la responsabilidad de que hay que aniquilar a los que no crean en Alá; y el César, o sea, Bush, convencido de que el dios de los buenos protestantes de toda la vida está con las tropas del Bien.

La Historia que he estudiado, o los redactores de los textos que me obligaron a estudiar, siempre subrayaban el avance del monoteísmo sobre el politeísmo, afirmación sobre la que cada día mantengo más dudas. Es más, el politeísmo del ser humano es imparable, y ahí está para demostrarlo la devoción a la Virgen María, que es única, pero que se transforma en cientos a lo largo de todo el territorio. En una misma ciudad, Sevilla, explicarle a un budista la rivalidad entre la Macarena y la Esperanza de Triana, y, luego, razonarle --¿razonarle?-- que son la misma Virgen puede requerir grandes dosis de paciencia y un par de aspirinas.

Los politeístas siempre han sido mas templados. No me imagino yo a los griegos inmolándose por Afrodita o a los romanos por Venus, o haciendo la guerra santa y aniquiladora en nombre de Poseidón o Neptuno. El sentir devoción por un dios del que se sabe que no tiene la mayoría absoluta creo que neutraliza los fanatismos y aplaca los fervorines. A mí me parece que la religión es coherente para el hombre, pero el hombre no es muy coherente con la religión. Sobre todo merced a la pandilla de intermediarios, llámense imanes, chamanes, sacerdotes o hechiceros.

*Escritor y periodista