La polémica desatada en el zaragozano barrio de La Cartuja por la elección de las reinas de las fiestas es mucho más que una mera anécdota porque refleja la incongruencia con la que algunos partidos actúan a veces. El origen del desajuste político y social que se ha producido en La Cartuja viene impuesto por el interés municipal de mantener tradiciones que quedan fuera de lugar con el paso del tiempo. Por ejemplo, la reina y damas de las fiestas. Antaño, esta figura no tenía más razón de ser que el halago y el agradecimiento a los próceres locales, materializado a través de sus hijas. Hoy, esta figura ha desaparecido de los ayuntamientos y los alcaldes se encuentran con la dificultad de tener que elegir entre un sinnúmero de personas --siempre mujeres, porque la tradición sigue siendo tozuda--, con los mismos merecimientos. Los problemas que genera la selección entre iguales están detrás de esta polémica, porque las damas de fiestas van a ser las niñas que este año han hecho la primera comunión. Es decir, el afán igualitario que perseguía la elección se ha convertido en un despropósito, porque ha dejado fuera de lugar a las niñas que no practican la religión católica, lo que desmerece en un ayuntamiento de izquierdas que defiende la educación laica.