Salvo para los que tienen una conciencia de identidad de base muy arraigada, las canteras de los clubs de fútbol se utilizan a menudo con poca fe. En último término, eso sí, son un recurso final y tabla de salvación en momentos críticos donde el dinero no da para más. Entre tantas cosas negativas en el terreno deportivo, y cuya consecuencia más directa es esta realidad de siete años consecutivos en Segunda, el Real Zaragoza ha hecho virtud de su decidida, firme, creíble y constatable apuesta por la Ciudad Deportiva, especialmente en los años más cercanos.

Con la oficialización esta semana de las renovaciones de Delmás y Pombo hasta el 2023, son siete los futbolistas jóvenes del primer equipo criados desde niños en esta fábrica de talentos, más el caso de Ratón, también procedente del filial. A todos, en una actitud consecuente con la idea del proyecto, la SAD les presentó propuestas de larga duración (Guti, Nieto y el portero prolongaron sus vinculaciones hasta el 2023), Clemente y Lasure terminan en el 2022 y Soro, antes de ser traspasado al Madrid, lo hacía ese mismo año.

La actualización de los contratos de los canteranos era necesaria y un acto de justicia. Una vez superado ese periodo en el que todo jugador, también y muchas veces más los de casa, ha de demostrar lo que vale en el profesionalismo, ninguno ha fallado con estrépito. Cada cual en una medida, unos con roles más importantes y otros en espacios más secundarios, pero todos se han ganado lo que hoy tienen, un contrato más justo económicamente y un lugar en el Real Zaragoza, varios con la etiqueta de titulares. Un éxito personal de los propios futbolistas, del club, de sus formadores y de comunidad.