Qué tiempos aquellos en los que los hechos eran el principio y el final, ese punto donde lo opinable dejaba de serlo y a partir del cual nacía el consenso de lo indiscutible por la fuerza innata… de los hechos. Repasemos los que atañen al Zaragoza en esta última época. La Fundación 2032 desembarcó en el verano del 2014 con el club en una situación financiera crítica. Desde entonces, la deuda global, que rondaba los 107 millones de euros, ha bajado hasta el entorno de los 80. La nueva propiedad ha conseguido que la Sociedad Anónima sea sostenible y viable, con aportaciones, de un modo u otro, que han superado ya los 22 millones, personalizadas mayoritariamente en Alierta y respaldadas por el resto de los patronos a una escala importante, pero menor.

A junio del 2019, sin ser buena, la situación económica del Real Zaragoza ha mejorado de manera sensible con respecto a julio del 2014. La pata financiera de la SAD ha quedado afianzada: el club funciona. Todo lo contrario ha sucedido con la parcela deportiva. Lejos de filias y fobias, de valoraciones sobre este o aquel entrenador o sobre unos u otros jugadores, vayamos a los hechos: el equipo no ha sido capaz de ascender en ninguno de estos cinco años. Tampoco lo logró en el primero en Segunda, por lo que la próxima será la séptima temporada consecutiva en la categoría.

Esos son los hechos, que merecen un aplauso por un lado y una autocrítica seria por el otro. El objetivo deportivo no se ha cumplido. El presidente Lapetra se confundió con su «¿autocrítica en qué?», pero verbalizó una opinión extendida, aunque no unánime, de puertas adentro. Estamos ante una tarea pendiente del club: mejorar la autocrítica. Es un arte enriquecedor que abre el alma y expande la mirada.