Ahora que ya se ha cerrado el mercado de invierno, la primera ventana sobre la que ha podido actuar Miguel Torrecilla, podemos concluir que el nuevo director deportivo del Real Zaragoza ha seguido, en sus primeras decisiones como mascarón de proa del proyecto, el orden lógico de las cosas desde su llegada a la Sociedad Anónima en sustitución de Lalo Arantegui, quien dejó huella en sus tres años y medio en el puesto. En un primer instante, Torrecilla se estrenó en el cargo con mucha mano izquierda, la pausa debida, de manera tranquila, sosegada, con total discreción e hizo lo que debía: mostrar confianza públicamente en la plantilla que acababa de heredar y que había metido al club en serios problemas. Luego, obviamente, ha ido aplicando de modo progresivo las correcciones y los cambios que ha entendido que necesitaba el equipo y que el límite salarial sobrante le ha permitido.

El método que Torrecilla ha empleado en su pequeña reconstrucción ha tenido unas pautas marcadas: actuación transversal sobre la plantilla con fichajes de perfil medio para todas las líneas, apuestas de seguridad personal en la figura del técnico (JIM) y en varios jugadores con los que ya había coincidido (Alegría y Peybernes), y salida de los futbolistas menos relevantes del grupo (Papu, Raí, Buyla, además de Guitián, que ha sido un caso con connotaciones diferentes, ligado a la superpoblación de la defensa). Los intentos con Vuckic han sido baldíos. Por el camino se ha quedado un extremo.

Cuando firmó, el Zaragoza atravesaba una situación crítica y había descrito una curva descendente terrible. Iba en caída libre. Torrecilla estaba obligado a actuar. Lo ha hecho. El primer efecto de sus medidas ha sido visible. El equipo estaba a cuatro puntos de la zona de salvación en Gijón y ahora está uno por encima, mejoría obtenida gracias al trabajo psicológico de JIM y a su influencia en la confianza del grupo. A pesar de esa progresión, el Zaragoza sigue arrastrando un problema importante: la falta de gol. La respuesta de Alegría, la carta del director deportivo para corregirla, será clave en el futuro del equipo. El punta, que ha ido de cesión en cesión, se buscará a sí mismo en un nuevo destino.

También será clave la aportación de Peybernes para dar altura y profundidad al centro de la defensa, así como la de Sanabria, un futbolista vigoroso para el medio, de ida y vuelta, con calidad, dinamismo y carácter uruguayo. Pero, sobre todo, será fundamental que los mejores jugadores que ya estaban aquí, Narváez, Chavarría, Bermejo, Francho, Francés, Jair, Vigaray o Cristian Álvarez, rindan al máximo de sus posibilidades.