No se espera gran cosa de este tipo de partidos. Aligerar el peso del músculo, ir dando forma al equipo a la espera de piezas importantes aún por llegar y encajar, y minutos para todo el mundo (salvo para Verdasca, ya en la puerta de salida) en la búsqueda del fútbol más fluido posible. El Real Zaragoza cumplió frente a un Ebro tenaz y combativo hasta que le acabó el combustible, y lo hizo con pulso constante y poco juego atractivo, contra el que se rebeló casi siempre Vigaray, lateral con una maquinaria física poderosa y mucha ambición para llegar hasta el fondo contrario. La sorpresa de esta mañana plúmbea y vacía de público en la Ciudad Deportiva no fue ver por primera vez Dwamena y Luis Suárez juntos desde el inicio como representantes de la ofensiva oficial, sino el encuentro que protagonizó Pep Biel, quien se desenvolvió como si viniera directamente de la temporada anterior, sin vacaciones ni trabajo de pretemporada, cuando se hizo propietario de la titularidad con goles y asistencias. Dentro de este contexto de puesta punto más o menos exigente, el balear despegó como un cohete y sobrevoló a sus compañeros durante la hora que estuvo sobre el césped. Se lució con tres goles y una actividad sin altibajos, de eléctricas reacciones y buenas decisiones en la combinación.(Así hemos contado el partido).

La mejor noticia, sin duda, contemplar al mediapunta desbordante de inspiración anotadora y otras suertes. Estas actuaciones que ilusionan al zaragocismo en el apartado individual, sin embargo, tienen su contrapunto para un club dispuesto a desprenderse de sus joyas incipientes para disimular en lo posible sus múltiples cicatrices económicas. Apenas 24 horas de la venta con cesión de Alberto Soro al Real Madrid, Biel, por quien ya se habían interesado y preguntado equipos de élite, justificará el porqué de las miradas que se ha depositado en él y, seguramente, hará que el teléfono del Real Zaragoza arda con más llamadas para solicitar información sobre la situación contractual del futbolista. Biel tiene contrato hasta el 2022 y una cláusula de rescisión de contrato de diez millones de euros. Comienza un debate interno en la entidad entre sucumbir a la tentación o defender hasta donde sea posible la continuidad del mallorquín teniendo en cuenta que es una nota clave en la partitura del próximo curso.

La cita fue del Real Zaragoza aunque el Ebro tuvo un par de acercamientos muy peligrosos por la finca de Barrios, con centros envenenados. Uno de ellos lo remató Fran García de cabeza y lo sacó Ratón con una estirada plena de agilidad y reflejos. Con mínimos espacios para hacer respirar el balón por el centro y Dwamena y Luis Suárez amarrados al palo mayor del Ebro, Vigaray ejerció de desatascador por su carril. Ganó metros y agitó al conjunto de Víctor Fernández, algo obtuso en el centro del campo hasta que Biel entró en erupción sin previo aviso. El chico se inventó una vaselina con un golpe de tobillo seco para sortear a centrales y portero, una maravilla de recurso que abrió ángulos imposibles y edulcoró el partido para el Real Zaragoza, ya sin presión alguna por conseguir cuanto antes un marcador favorable.

Vigaray, lanzado

Biel siguió a lo suyo en la segunda parte. En su mirada parecen no reflejarse nombres ni escudos enemigos, como si se enfrentará siempre al mismo rival sin importarle el tamaño sino enfocar su objetivo hacia el área con cambios de ritmo explosivos y presencias siempre inquietantes cuando está cerca de ella con la pelota atada al botín. Otra galopada de un hombre llamado caballo, Vigaray, acabó en su zurda para firmar el segundo gol, y al acabar la celebración, corrió el balear para transformar un rechace de Monforte en el tercero. Mientras los demás duermen, Biel vigila inoxidable a la distracción y el desaliento. Con esa calidad por la que suspiran cada vez con mayor insistencia desde fuera de Zaragoza.

Antes de la ruleta de cambios, a la hora en punto, Raphael Dwamena, muy incisivo pero poco trascendente, dejó dos muescas en su revólver, un par de acciones que dejaron huella de lo que puede ser. En una de ellas se desprendió con su cuerpo atlético de su marcador y se fue hacia Monforte sin puntería final. Como prólogo de la tercera diana, el atacante realizó una notable maniobra dentro del área, de nuevo con su corpulencia como arma para desplazar a su marcador y fabricarse un espacio para el tiro. Los relevos en masa condujeron a un lógico amansamiento del partido y a la admiración y la preocupación por Biel en la misma medida. En esta ocasión, sería bastante más productivo que el balear no sea expuesto en el mercado.