En ocasiones hay que perder para ganar. O para empatar un partido que se remonta desde el abismo de un 0-2 ante un rival de categoría superior que se sintió grande y pequeño en La Romareda. Que tembló cuando iba camino de una victoria humillante. El fútbol es una cuestión de dinero, pero también de salud física y psicológica, valores que estos momentos parecen sobrarle al cuadro de Víctor Fernández. El Real Zaragoza ya demostró contra el Rayo que sabe navegar en la adversidad. En aquel encuentro respetó la jerarquía del conjunto de Jémez, atrincherado tras una alineación de circunstancias y un planteamiento de severo sacrificio, y se llevó los tres puntos aplicándose con enorme inteligencia. Contra el Girona, en casa, consiguió una igualada de la que sale reforzado como aspirante al playoff. Y lo hizo con un once casi idéntico al de Vallecas. Sin Cristian, Atienza, Vigaray, Kagawa (esta vez en el banquillo), Igbekeme y Pombo (sin convocar). Es decir que de lo circunstancial puede emerger algo mucho más sólido que la primera piedra del proyecto. En algunas pérdidas ha habido mucho beneficio. El centro del campo, por ejemplo, resulta más compacto con cuatro y Guti al mando. Se ha descubierto en la necesidad y es un tesoro. Al rombo hay que echarle lo antes posible aguarrás y borrarlo del mapa de las estrategias.

Luis Suárez tuvo que ser sustituido al borde del colapso tras una actuación memorable, con un gol en el que se lanzó sobre el portero como un kamikaze. De ese detalle de furia y picardía, una dentellada en toda regla, renació el equipo aragonés. Puado, que había marcado el empate con un taconazo, se fue con calambres, fruto de los kilómetros y emociones que acumuló el catalán en su segundo partido en un Real Zaragoza distinto, mejor sin duda, sobreponiéndose a un resultado demoledor y a una defensa que se sujeta con alfileres. Es una plantilla corta que se debe alargar desde la demostración de unos secundarios que han dejado de serlo. El hermoso duelo frente al Girona y sus sensaciones invitan a la complacencia, es decir al error de pensar que todo es maravilloso por un encuentro. La afición puede ser feliz. El cuerpo técnico, la dirección deportiva y los dirigentes, nunca. En ese triángulo se concentra el futuro, al que los jugadores ya miran de frente con ambición pero a quienes la temporada les exigirá esfuerzos sobrehumanos que ponen en riesgo una situación magnífica para asaltar el regreso a Primera División.

Una lesión larga de Luis Suárez sería letal. Según se emplea el colombiano, capaz de arrastrar a todos sus compañeros hacia una aventura casi imposible con un desgaste brutal, que no haya recambio o alternativa es jugar a la ruleta rusa. En la posición de mediocentro, Eguaras sobrevive a duras penas con una velocidad menos como se comprobó en el robo de Stuani que precedió al segundo gol del Girona. Tampoco esa posición está cubierta como se debe, por no hablar de los centrales, donde se entiende con dificultad que Clemente no tenga cargo vitalicio. El Real Zaragoza regaló un partido soberbio desde su humildad y envió un mensaje a la cúpula. Este puede ser el año si ustedes quieren. Así que manos a la obra, y no a la del estadio precisamente.