Desde hace alrededor de un año, su nombre estaba asociado a la polémica. Quizá desde que el Real Zaragoza dio a entender un acuerdo inminente para su renovación, convencido de que el jugador aceptaría unas condiciones que la entidad consideraba irrechazables. A partir de ahí todo se torció. No ayudó que trascendiera un vídeo en el que el jugador -en un gesto seguramente bienintencionado- venía a cargar, ante varios aficionados, contra algunos de sus compañeros tras una dolorosa derrota en casa ante el Cádiz. Pombo pidió perdón, pero no en público y aquello enrareció aún más su relación con parte de la grada, que ya no le pasó ni una.

El aragonés ha contado durante este tiempo con partidarios y detractores. La mayoría, en todo caso, lo veían lejos de La Romareda esta temporada. Pero el club, que no le dio salida en verano, anunció la pasada semana un principio de acuerdo para la renovación de su contrato, lo que daba a entender que el canterano había aceptado ahora aquella oferta presentada hace un año y que entonces rechazó. «El que quiera estar, estará y el que no, no estará. Así de rotundo», dijo entonces el director deportivo, Lalo Arantegui.

Pues Pombo está. Y La Romareda dejó claro el domingo que ha pasado página. La atronadora ovación que la inmensa mayoría de los aficionados tributó al mediapunta ocultó rencillas y sepultó rencores. Pombo ha vuelto. Y ya es uno más.

El regreso a casa del zaragozano fue la enésima buena noticia que deparó el partido del pasado domingo frente al Extremadura. Su renovación le devolvió al escenario al que no se había subido hasta ahora. «Si no acepta la oferta de renovación será difícil que juegue», había advertido Lalo.

Pombo aceptó y a los dos días jugó, lo que deja claro que Víctor cuenta con él, quizá para ocupar ese hueco que el técnico pretendía cubrir con un delantero diferente a los que ya tiene. Ahora, Pombo le proporciona algo distinto. Una baza más en ataque. Otro recurso ofensivo.

Sus primeros minutos de la temporada invitan al optimismo. Su salida ayudó al Zaragoza a sacudirse el asedio del Extremadura y se asoció bien con Suárez y Kagawa. Celebró a lo grande el tanto del japonés y fue uno más en la piña creada por los futbolistas para celebrar el tanto que volvía a poner al Zaragoza por delante. Lo mismo hizo tras el gol de Suárez.

En esa media hora, Pombo se sintió otra vez en casa. Esa de la que estuvo muy lejos durante mucho tiempo. La misma que ahora le arropa para decirle que todo está olvidado.