Insua se tiró al suelo. Abatido. Desesperado. Otra vez. Sandro reviviría ya en el banquillo esa ocasión, casi de chiste, de vídeo de los peores errores, en la que midió mal los pasitos para acomodarse y punteó la pelota cuando lo que tenía que hacer era rematar a puerta vacía. Sólo eso. Andrés maldijo su suerte, esa misma que unos minutos antes le había sonreído atajando dos goles cantados a Ocampos y Óscar.

Míchel lanzó al césped la botella de agua en ese gesto de impotencia máxima del que ya no sabe qué hacer para solucionar esto. Quizá es que ya no pueda, que aunque sus jugadores le protejan no es el elegido. Luego se quedó mirando al horizonte vacío, interminable, como ese túnel de agonía moral por el que transita fundido el Huesca detrás de una victoria imposible. Al menos con este planteamiento, con esta dinámica, con este entrenador, porque pese a que se buscan soluciones, se cambia la estrategia, se alternan a los hombres, el resultado es el mismo. Bueno, no tanto. Esta vez no hubo empate. Se perdió. Peor.

En Nesiry reza a Alá antes de saltar al campo. Le pidió suerte. La misma que tuvo en Krasnodar en el descuento. Allahu akbar le iluminó también en el Alcoraz. En el minuto 82 tras una buena jugada del paciente Sevilla. Cuando el partido se había convertido en un pulso abierto por la victoria. Cuando Míchel había hecho los cambios para ir a por los tres puntos tras sobrevivir resguardado una hora de tacticismo puro y el Sevilla cosía fútbol con parsimonia y toda la posesión de su lado. Había fallado una Ocampos solo y otra en córner Óscar por un Andrés bien colocado. Ferreiro había entrado fresco, como Okazaki y Ontiveros. Míchel había roto el tridente central de Mosquera, Seoane y Rico con el que había planteado una defensa de presión y guardia, cediendo de forma voluntaria esa misma pelota que antes quería siempre y ahora regala barata. Quería minimizar fallos, buscar algún descuido, como esa primera de Sandro en el minuto cinco, tras una cabalgada cuyo centro no tuvo rematador. Ese solitario fue el único disparo en la primera parte en la que completó menos de tres pases por minuto.

FALLO IMPOSIBLE / Ese era el plan de Míchel buscando soluciones. Esperar y atacar rápido en el robo, como había conseguido en Pamplona antes del descanso. Pero el Sevilla no es tan timorato. La quería y la zurcía bien, con un Rekik mostrando que es un lateral izquierdo pudiente y un Ocampos bullicioso. El dominio no le dio para marcar en la primera parte en la que le pesaba la responsabilidad. Siete aproximaciones fueron cosquillas para un Huesca bien armado atrás donde Insua siguió en la zaga como Borja en el once, algo que ya no se entiende ni con traductor universal, salvo que se quiera guardar algo en el banquillo. El madrileño está a un nivel bajo, bajísimo, descentrado.

Esta estrategia continuó hasta la hora. Entonces sonó el despertador. Fue cuando todo pudo cambiar y no cambió. Otra vez, como esa doble oportunidad de Mir para el 0-2 en el Sadar, como ese remate en solitario de Mikel Rico en Elche o las que tuvo contra el Eibar, como otras tantas que se pueden repasar en la desesperanza y el desasosiego.

Pero esta fue tremenda por dolorosa e incompresible. Mir deja pasar una pelota que Sandro controla bien para liberarse de la salida de Vaclik. El portero yace tumbado, batido, superado, y el delantero sólo tiene que disparar a puerta vacía. Lo más sencillo. Pero hasta esto parece imposible. Mide mal al acomodarse y en un descuido impacta con la pelota con la punta del pie izquierdo en el peor momento. La bola se escora. Ya es tarde. Otra vez. Impotencia.

Sonó la corneta a cambio de tercio. Míchel deshizo su estratagema. Era el momento. Lanzó a Ferreiro al campo. El gallego es medio ataque, visto lo visto, y quizá es demasiado tenerle de suplente. Entraron también Okazaki y Ontiveros, pero sólo fue Mir quien en una acción individual rascó algo de peligro. Insuficiente, otra vez.

El Sevilla tiene mucho más en el banquillo. Lopetegui rotó tras la clasificación europea y dejó para el refresco a Rakitic o a En Nesiry. Mucha calidad. Y para colmo, Ocampos, que había aparecido poco, tuvo un mano a mano que Andrés desbarató. Como lo hizo con un remate de Óscar en un córner. Otra vez a balón parado sufriendo el Huesca. Otra vez. Tantos avisos no presagiaban una derrota, tan acostumbrado como está el Huesca al empate, que esta vez no merecía, ni en el que se guardaban buenas sensaciones, que ya han quedado en el olvido, como la última vez que dejó su puerta a cero.

Ocampos galopó y puso el centro a En Nesiry. Para adentro. Quizá por Alá, quizá por Maradona, pero seguro por justicia, por insistencia, por un fútbol que desespera al Huesca, muerto de impotencia. Como Míchel. Una lástima.

Ficha técnica:

SD Huesca: Andrés Fernández, Maffeo, Javi Galán, Insua, Siovas; Mosquera, Seoane (Ferreiro, min. 58), Mikel Rico, Borja García (Ontiveros, min.72 ); Sandro (Okazaki, min.72 )y Rafa Mir.

Sevilla FC: Vaclik; J. Navas, Koundé, Diego Carlos, Rekik (Vidal, min. 64); Fernando, Jordán (Rakitic, min. 64), Óliver (Óscar, min. 74); Ocampos, Munir (Gudelj, 86), De Jong (En Nesyri, min. 74).

Gol: 0-1, min. 82, En Nesyri

Árbitro: Cuadra Fernández (balear). Tarjetas amarillas a los locales Seoane, Maffeo, Okazaki, Insua y al técnico Míchel y a los visitantes Rekik, Jordan, Torres y al técnico Lopetegui.

Incidencias: Estadio de El Alcoraz.