El salón de plenos del Ayuntamiento de Zaragoza parece diseñado por algún egregio personaje con calle: Hilarión Gimeno, Franco y López o Vicente Berdusán. Está revestido de un ajedrezado ampuloso y neutro como para engrandecer cualquier palabra que allí se pronuncie. Ayer, víspera del Día del Libro, el teniente de alcalde Miguel Gargallo dispuso un atril ceremonioso en el centro y a las diez en punto de la mañana él mismo inició una lectura encadenada de La Quinta Julieta de Ramón J. Sender, "en pro del libro", dijo.

Esta obra inserta inmediatamente tres sonetos de Pepe Garcés a Valentina, y el edil pasó sobre los endecasílabos a saltos, como quien cruza en verano el Ebro por las piedras. Entró luego al texto el viceconsejero de Cultura, Juan José Vázquez, teatralizando bien:

--¿Sabes a qué voy?--No.--Voy a cazar osos.Declamaba Juanjo Vázquez las comas, los puntos y aparte y los silencios en una lectura susurrante, con voz de arcángel, como deben leerse los cuentos a los niños para dejarles en el sueño. Luego llegó el Justicia, Fernando García Vicente, y leía con gravedad: Era tan grande la casa que había estancias donde el piano no se oía .Pero llegó al salón la voz de plata, decidida y alta, del concejal Fernando García Madrigal, un castellano que leía con las cejas altas como se canta el buen flamenco. Con Ricardo Berdié, la prosa recia y directa del escritor de Chalamera estaba ya encarrilada. Salió una chica ciega que leía con su mano derecha y caminaba por el texto a tientas, como por una habitación sorteando obstáculos y muebles: La calle... de Predicadores... donde estaba... la cárcel . Y con esas pausas sonaba igualmente Sender. Como en Nieves Ibeas o en el tono declamatorio de Chesús Bernal.A las once menos cinco llegó Belloch; follón de cámaras. Leía el alcalde bajo un chaparrón de flashes: Todas las novias se llamaban para ella Margarita , forcejeando consigo mismo por concentrarse. Cruzó de puntillas Carlos Pérez por el salón. Terminado su turno, el alcalde dijo: "El siguiente"; miró al soslayo, fuese y no hubo nada. Rosa Borraz, que llegaba de la CAI donde había leído un cuento de Mariano Gistaín, dijo que Carmen, la hermana de Sender iba a venir al acto, "pero no se anima a leer".En la CAI del paseo de las Damas se estaba celebrando paralelamente un maratón de cuentos animado y dinámico. Los alumnos del IES Miguel Catalán representaban el cuento de Michel Royo en el que estaban los chinos inventando cosas: La pólvora, la gran muralla, los jarrones... Y el más raro de todos había inventado el papel. Se le reían porque a aquello no le encontraban aplicación. Lo mismo que le pasó con la brújula: "Podías inventar el nylon, seguro que nos haríamos ricos", le decían. Hasta que aquel chino les replicó que sobre el papel se escribirían los cuentos.Varios grupos llevaron al escenario El secuestro de la bibliotecaria , de Margaret Mahi. Y subieron libreros, autores bibliotecarios y periodistas a contar cuentos de Monterroso, de Galeano... Olivia, de Rumanía contó su relato traducido y Diana puso su voz de cristal africano a Las mil y una noches .A las diez de la mañana de hoy, Día del Libro, los libreros abren sus escaparates al público en el Paseo de la Independencia. Ensayo sobre la Lucidez de Saramago y

Era tan grande la casa que había estancias donde el piano no se oía

La calle... de Predicadores... donde estaba... la cárcel

Todas las novias se llamaban para ella Margarita "El siguiente""pero no se anima a leer"

"Podías inventar el nylon, seguro que nos haríamos ricos"

El secuestro de la bibliotecaria Las mil y una noches

Ensayo sobre la Lucidez Delirio