Blanco sobre negro y los puntos sobre las íes, Jesús García Pitarch puso ayer voz a todas sus maniobras de las últimas semanas y a sus intenciones en el corto y medio plazo en el Real Zaragoza. El director general confirmó que le había hecho llegar a Agapito Iglesias, la persona que le contrató para el cargo ejecutivo que ahora ocupa, su interés por adquirir el paquete mayoritario de la Sociedad Anónima Deportiva. Atrás ha quedado aquella negociación frustrada para lograr la cesión política de las acciones y, con ello, el control absoluto del consejo de administración y de la SAD. Ahora, el objetivo de Pitarch es otro: comprar el Real Zaragoza directamente si el empresario soriano se lo quiere vender y, con el trato, dar entrada a capital aragonés.

Como aval de gestión, el valenciano presentó un informe de cuentas demoledor. En unos cuantos meses ha reducido la gestión de los gastos del club en 19,5 millones de euros, un ajuste enorme sin el cual, pongámonos como nos pongamos, la SAD ni siquiera estaría viva, que por el momento lo está aunque siga en situación de extrema pobreza. Esa reducción drástica de costes, tan dura y desagradable por cuanto ha afectado a personas y familias como imprescindible para la supervivencia del proyecto, le ha costado cara a Pitarch. El precio que ha pagado es la impopularidad en diferentes sectores del zaragocismo. Incluso en medio de esa hostilidad no ha dado su brazo a torcer y ha hecho lo que creía que tenía que hacer. El fondo seguramente no admitía otro camino, las formas en algún caso sí.

Sea como fuere, Pitarch se puso ayer a porta gayola delante de este toro de pitones afilados y que, en estos siete años, se ha llevado por delante a profesionales de todo perfil: moderados, hooligans, sospechosos, oportunistas y hasta alguno preparado. Hoy todavía no lo sabemos, hará falta esperar a que transcurran los días para ir descubriendo en qué queda la propuesta del valenciano, si en su presentación ha tenido algo que ver Agapito y sus afamadas maniobras o si es limpia y cristalina. En cualquiera de los casos, la pelota continúa en el mismo tejado que todo este tiempo. La decisión última de vender, de hacerlo a uno o a otro, a un precio u otro, solo corresponde a una persona. A Agapito Iglesias.