Siempre atentos a lo que habitualmente pasa inadvertido, Almalé y Bondía fijan su mirada en montones de piedras olvidadas que, expuesta a la intemperie, sólo dan testimonio de sí mismas. Arrumbadas junto a la cantera, apenas son restos inservibles que la erosión convertirá en polvo. No pasarán a la historia. En el deseo de aplazar el desmembramiento que anuncian, Almalé y Bondía sujetan los volúmenes y protegen los ángulos y aristas más afectados y expuestos a los efectos de la erosión mediante cinchas de amarre, correas de carga y gomaespuma. Con su acción, de la que dan testimonio la secuencia de fotografías y acuarelas, Almalé y Bondía detienen el tiempo y perpetúan la memoria.
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