El contacto con entornos naturales ejerce un efecto positivo incuestionable sobre la psique humana: estimula los sentidos, calma la ansiedad, acompaña en el duelo… Multitud de estudios científicos afirman las bondades de los baños de bosque y paseos por el campo, los beneficios de los paisajes verdes y azules en nuestra salud mental.

Sin embargo, más allá del efecto terapéutico de los espacios naturales, es indudable que ante estos existe además un deleite, una fascinación, una suerte de estado de éxtasis que ha sido también definida como asombro, estupefacción y devoción sublime (Darwin), conexión esencial (O. Sacks), sensación de amplitud (S.Stuart-Smith), o trance del naturalista (Edward. O. Wilson).

En esta exposición detenemos la mirada en la Maravilla, en los pequeños tesoros que provocan en nosotros un asombro placentero hacia las naturalezas mínimas, a las que podemos acercarnos, rozar con las manos, observar con detalle, seguir con la mirada mientras aletean sus alas. Plantas diminutas, insectos, aves, frutos… que conspiran en una especie de sinfonía hipnótica para seducirnos y abstraernos de la (otra) realidad que nos rodea.

Cuatro artistas: Ana Escar, Toya Legido, Juan Millás y Marta Sánchez Marco, que desde diversas disciplinas (fotografía, dibujo, instalación, escultura, collage, grabado y joyería), así como variados presupuestos teóricos, proponen una mirada pausada hacia la naturaleza más cercana e íntima, invitándonos a un paseo entre lo soñado y lo consciente, lo frágil y lo permanente, el éxtasis y la calma.

La presencia de nuestro territorio más cercano tiene una especial relevancia en la exposición. La artista Ana Escar investiga mediante su propia creación artística, el amor por las plantas y por el mundo botánico experimentado por la botánica Blanca Catalán de Ocón (1860-1904), y germinado entre Monreal del Campo y Valdecabriel (Teruel) donde pasó su infancia y juventud.

En estos tiempos de crisis climática y alejamiento global de la naturaleza, en los que ya no es posible ignorar la conexión entre seres humanos y naturaleza, entre nuestra propia salud y la salud del planeta, quizás solo cambiar la dimensión de la mirada, empezar ralentizar la marcha y pararnos frente lo aparentemente intrascendente, sea el comienzo de una nueva conciencia medioambiental, que nos interpela no desde la culpa sino desde una escala íntima y esperanzadora en nuestra relación con la naturaleza más próxima.