A Lola últimamente todo le va muy mal, no es su mejor momento ni a nivel profesional ni personal ni familiar, y por si fuese poco, su novio la ha dejado por mail sin ninguna explicación.

Lola comienza un proceso de reconstrucción de sí misma junto a Maite, una vieja amiga de la infancia que la acoge en su casa por un tiempo. Maite y Lola son opuestas. Lola es caótica, emocional, divertida y creativa, sin embargo, Maite es muy ordenada, racional y segura. Pasa por completo de los hombres, todo le va bien y su vida es perfecta. O eso cree ella.

En ese tiempo de convivencia entre las dos, pasa de todo… bragas que no se guardan en el cajón correspondiente, llantos, botellines pequeños de champán, canciones de despecho, visitas al médico, karaokes, whastapps a exnovios, y ataques de risa y de ansiedad.

Al final, después de ese terrible y complicado invierno, descubriremos que, en todas las personas, reside un verano, un verano invencible.

Un verano invencible es una oda a la amistad, a la importancia de las relaciones humanas, a la importancia de tener un abrazo y un refugio donde estar cuando los cimientos de tu vida se tambalean. 

También nos habla del maltrato psicológico, de la peligrosidad del amor romántico, del ghosting, de la salud mental y la falta de responsabilidad afectiva en las relaciones amorosas. Nos habla de una sociedad cada vez más enfocada en el individuo, a nuestra imagen en las redes y a la pérdida de la comunidad.

Pero un Verano invencible nos da un atisbo de esperanza. La ayuda mutua y unas buenas risas y llantos en compañía quizá son las armas que necesitamos para combatir esta guerra de la vida diaria en la que nos hemos metido.

Esta obra lanza una pregunta al aire ¿seremos los seres humanos invencibles?