En medio de la ensalada de exigencias y decálogos en que se han convertido las negociaciones para la constitución de parlamentos y ayuntamientos, pasan un tanto inadvertidas las espantadas que protagonizan estos días algunos de los candidatos integrantes de listas perdedoras. Sin embargo, las circunscripciones de todo el país están siendo escenario de numerosas renuncias de representantes electos. Esgrimen quienes se van toda suerte de argumentos para no recoger el acta de concejal o de diputado. Tienen un pase obvio, coherente e incluso plausible los que se apean del tren tras verse inmersos judicialmente en casos de corrupción. Circunstancia de la que, por desgracia, abundan ejemplos en formaciones políticas de casi todos los colores. Pero resulta una anomalía la actitud de los demás. Sobre todo, porque lo que en verdad ocurre es que renuncian porque no van a gobernar. A lo que se ve, la oposición se les queda corta. El último caso en Aragón corresponde a la popular Ana Acín. Con una sinceridad que le honra, razona que su perfil "es más de gestión que político", para no continuar como concejal en el Ayuntamiento de Huesca. Pero esto no es como el balonmano, deporte en el que los entrenadores cambian a buena parte de su equipo, en función de si ataca o defiende. La ley no lo impide, desde luego, pero además de la soberbia que destila entender la vida pública de esa manera, obrar así supone todo un fraude. Especialmente para los ciudadanos que votaron por una opción que ahora cambia de caras.