En vísperas de la votación de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a LaMoncloa circulaba un vídeo por las redes sociales, con un inteligente contenido emocional, que nos dibujaba cómo sería un verano perfecto así que… «imagínatelo sin Rajoy». Se trataba de un acertado mensaje electoral que ya se utilizó en la campaña del PSOE para las elecciones generales de 2016. Sí, esos comicios que ahora, tras dos años alumbran sus conclusiones en forma de un gobierno que ya muchos vimos entonces, con esperanza, como la alternativa lógica a Rajoy. Para la izquierda han pasado dos veranos. Pero socialmente hemos sufrido varios inviernos repletos de glaciaciones conservadoras con injusticias, desigualdades y corrupción.

El vídeo que hemos vuelto a ver estos días tenía un final hábilmente modificado para la ocasión. Si en la película original el desenlace nos llevaba a las siglas del PSOE, pidiendo el voto, ahora el mensaje era exclusivamente social: «apoya la moción de censura y difunde». No hay más identidad, ni hace falta. Era una demanda ciudadana con la que se podía identificar un amplio espectro de la sociedad española. Por un lado votantes de Ciudadanos, indignados con el respaldo de Rivera a Rajoy. Por otro, simpatizantes de Podemos que nunca entendieron que Pablo Iglesias, abducido por un sorpasso marca Anguita, dejara gobernar a Don Mariano. Y por supuesto, al propio electorado socialista que vomitó, en forma de primarias a través de su militancia, la operación baronil que condujo a aquella vergonzosa abstención (con honrosas excepciones, una de ellas aragonesa), que permitió a Rajoy llegar a la Moncloa. Y de paso echaron a Sánchez a patadas, en forma de declaraciones, protagonizadas entre otros por Susana Díaz, Fernández Vara y Javier Lambán de la mano de aquella efímera «máxima autoridad del PSOE».

Ahora la ilusión ha vuelto a la izquierda con la expulsión de Rajoy del tablero. Se ha incrementado con la elección del nuevo presidente y, lo que es más difícil, ha seguido elevándose con la designación del nuevo gobierno. Muchas y complejas tareas restan para afrontar la breve, pero intensa, agenda social que se ha marcado Pedro Sánchez para deconstruir las perniciosas políticas del PP y elaborar alternativas para una mayoría con fuerte contenido social. Pero si unas elecciones terminan con dos años de retraso es lógico que el arranque de la campaña electoral también haya comenzado el mismo día aprovechando el nuevo ciclo político. Estamos inmersos en movimientos socio electorales permanentes que van a echar por tierra las previsiones demoscópicas de hace sólo unos días. Y si las mayorías conservadoras del PP y Ciudadanos (o viceversa) se daban por asentadas en este momento, ya nada es, ni será, igual.

Viene esto a colación de la necesaria repercusión en Aragón del nuevo escenario que se inaugura en La Moncloa. Sabemos de la equivocada y confrontada posición de Javier Lambán, ya que nunca ocultó su preferencia por dejar gobernar a Rajoy. Constatamos unos gestos desde el ejecutivo aragonés que han cortejado últimamente a Ciudadanos en detrimento de los apoyos que le auparon al Pignatelli, Podemos, CHA e IU con mayor o menor entusiasmo. No se entiende la brutal alineación (o alienación) en Zaragoza del frente municipal contra el gobierno de la ciudad que, dirigido hábilmente por el PP de Jorge Azcón junto a Ciudadanos, se nutre y engorda con el absurdo apoyo del PSOE y de la CHA. Y no. Los

evidentes, y muchas veces infantiles, errores de Zaragoza en Común, no justifican esa estrategia alejada de la izquierda y de la realidad que tanta desazón produce en votantes progresistas de la ciudad. Por ello es imprescindible que la nueva política y el nuevo gobierno lleguen también a Aragón y Zaragoza. El futuro será de esa izquierda colaborativa, que ya defendía Íñigo Errejón, o no será. Y esa cooperación, que ya expliqué en estas mismas páginas tras las elecciones de 2015, debe ir más allá de aquellas lógicas investiduras de Javier Lambán y Pedro Santisteve hoy agotadas o fracasadas. Debemos aplicar en lo cercano una nueva estrategia acorde con lo ocurrido en España. Y también impulsar, a través de personas vinculadas con la política y la estrategia de Pedro Sánchez, nuevas medidas sociales y programáticas, en sintonía con los aliados naturales que estarán obligados a entenderse tras las elecciones del próximo año. Todo eso también conlleva el compromiso común, aplicable para todas las fuerzas de izquierda, de configurar equipos y candidaturas creíbles y coherentes con este horizonte de trabajo conjunto. Se trata, en definitiva, de hacer a Pedro Sánchez, simbólicamente, alcalde de Zaragoza.

*Psicólogo y escritor