No existe el pensamiento, solo el posicionamiento: es una verdad que se renueva cada día. No es necesario especificar que el sol salía por el este, como hizo un novelista aragonés de admirable espíritu empirista. El penúltimo ejemplo es el de la sentencia del caso de los ERE. Tras el fallo por un fraude masivo, hemos visto cómo se introducían toda clase de adversativas y matizaciones; de manera simétrica se emitían exageraciones lapidarias. La condena por un desvío de millones de euros de dinero público se mitigaba entre explicaciones sutiles, complejas casuísticas y correcciones talmúdicas. Se incluían gradaciones inventadas y comparaciones espurias, donde un término introducido era una defensa Peter Sellers: si no lo habías visto, ahora no veías otra cosa. Alguien alertó en una radio del peligro que suponía estigmatizar a Andalucía. El secretario de organización y ministro de Fomento, Ábalos, empleó parte del hormigón armado que gestiona su ministerio para explicar que no afectaba al PSOE, sino a algunos dirigentes: todo fue en diferido, que diría Cospedal. «Has cometido fornicación». «Fue en otro país, y la puta ya está muerta», como escribió Christopher Marlowe en El judío de Malta. Esas evasivas son ante todo una acusación: solo se dice que no era el PSOE porque es el PSOE. Al parecer, por un lado, es menos malo si el dinero va a terceros que si te lo quedas; por otro, es más grave desviarlo al partido que dárselo a gente que puede votar al partido. Quizá estuvo mal, quizá no se respetaron los procedimientos. Pero, como ha dicho el economista José Carlos Díez, ¿no hubo empresas, trabajadores, familias, al borde del desamparo, que sobrevivieron así, gracias a esta combinación de Keynes y Al Capone, esta versión de Deus ex machina? Hay que tener un corazón de piedra para no echarse a reír.

Sería muy complicado entrar a desbrozar la hojarasca que brotó tan rápido: una comparación inventada, una gradación creada en el momento, la conversión de la financiación ilegal en el mayor delito imaginable porque permite condenar a un partido rival. Las comparaciones no son odiosas: solo son detestables las que favorecen a los míos. Y la tarea de un spin doctor, antes conocido como intelectual independiente, es establecerlas en los términos que favorecen a los míos. Lo importante, como se decía en Alicia en el país de las maravillas, es saber quién manda. Toda esa casuística es puramente circunstancial, y toda la carga de moralización forma parte de un teatrillo: el mayor peligro es que hasta los actores se lo toman demasiado en serio. H @gascondaniel