En una dramática y triste renovación de un fenómeno antiguo, mafioso y violento, grupos paramilitares armados vuelven a recorrer las calles de Bogotá disparando contra manifestantes y grupos de indígenas y causando nuevas bajas entre simpatizantes de izquierdas, actuales opositores a las medidas económicas del Gobierno de Iván Duque.

Esas mismas o parecidas pandillas de sicarios acabaron hace tres décadas con un hombre que tal vez pudo cambiar el destino de su país: el médico colombiano Héctor Abad Gómez. Quien, convencido de que la política podría servirle de palanca para mejorar la salud pública y otras muchas cosas que no funcionaban en Colombia (y que siguen sin funcionar), se presentó a las elecciones con los liberales, siendo abatido a tiros en plena campaña.

Muchos años después, su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, escribió una historia, El olvido que seremos, en cuyas páginas novelaba, con sólida base real, la historia de su padre, el doctor Abad. Libro ciertamente hermoso que ha inspirado a Fernando Trueba una película con el mismo título, y con Javier Cámara en el papel del médico.

La película no resuelve su asesinato, pero sí reconstruye su valioso legado, edificado sobre un humanismo clásico aplicado a la realidad social. Los esfuerzos de Abad Gómez por dignificar las condiciones de vida de sus conciudadanos, la honestidad de sus enseñanzas y prácticas clínicas, su razonable y razonada obstinación por aplicar políticas sanitarias de prevención y campañas de vacunación, por modernizar los hábitos de higiene y alimentación lograron concienciar a muchos y salvar a miles de compatriotas de caer con epidemias letales en aquella época, como el tifus.

El guión de David Trueba refleja muy bien la bondad de este extraordinario científico y la rica y educativa relación con sus hijos, cinco hijas y «el varoncito» que llegaría ser un famoso escritor. Refleja también el riesgo inherente a toda oposición, a todo cambio, y ese tipo de heroísmo latente en tantos ejemplos vitales que, como el del doctor Abad, consagraron generosamente su vida, para acabar perdiéndola cruelmente, por mejorar las de los demás.

Un bello libro, una hermosa película pero, sobre todo, una existencia heroica, la de Héctor Abad Gómez.