Dicen que al menos una vez en la vida hay que distinguir entre lo urgente, lo importante y lo prioritario. Que cuando se presentan conflictos o problemas simultáneos conviene abordar cómo y en qué orden afrontarlos. Probablemente estemos ante ese momento porque la violencia machista no puede esperar. El tiempo de dolor y condolencias pasó. Toca reaccionar. De inmediato.

Esta semana que dejamos atrás ha sido insoportable. 5 mujeres asesinadas en siete días en España. Una de 48 años en Asturias; otra embarazada y su hijo de 7 años en Mallorca; otra de 52 en Tarragona; otra de 42 en Barcelona, dejando dos niños huérfanos; y la última (ojalá lo fuera de verdad), de 35 en Zaragoza. De confirmarse todos estos casos como violencia de género serían ya 14 las mujeres asesinadas este año a mano de sus parejas o exparejas y 1.092 desde 2003, año en el que empezó el registro, según fuentes del Ministerio de Igualdad.

No han muerto. No han fallecido. No han perdido la vida. Han sido asesinadas. Las han apuñalado, tiroteado, asfixiado, tirado por la ventana. Y es así porque si alguien no hubiera ejercido una acción sus muertes no habrían sido el resultado. Si alguien no hubiera empuñado un arma o ejercido su fuerza contra ellas por el hecho de ser mujeres estarían vivas. Tranquilas seguramente no, porque el agresor las acechaba, amenazaba y pegaba. Antes de matarlas les hacen la vida imposible.

Basta ya. No sé si el problema radica en los protocolos, la lentitud de la Justicia, la ineficacia de las órdenes de alejamiento, la falta de educación colectiva o la ausencia de concienciación social. No lo sé. Ni me importa. Lo único que tengo claro es que debemos acabar con el machismo ya. No podemos seguir asumiendo un solo crimen más.

Y poner fin a la violencia de género es afrontar, entender y solucionar todas las formas que adopta. La verbal, la física, la laboral, la social. Son muy variadas, a veces imperceptibles, pero existen, se deslizan en conversaciones a menudo anodinas, en gestos aparentemente inofensivos. Ese es el veneno más peligroso y mortífero. El que no se percibe, el que te infecta inconscientemente y se propaga lentamente.

Muchos colectivos e instituciones luchan diariamente contra esta realidad. Trabajan para ofrecer ayuda y alternativas a las miles de mujeres que no pueden, no saben o no les dejan salir de este infierno. Cada primer martes de mes, por ejemplo, la Comisión de Mujeres de la FABZ llama a la ciudadanía zaragozana a manifestarse contra la violencia machista en la plaza de España. Dan voz a las que se apagan. Hacen visible lo invisible. Queda tanto por hacer.