A la idiosincrasia aragonesa se le otorga una cierta condición de tozudez, la cual bien puede ser considerada como tenacidad y perseverancia para alcanzar los objetivos propuestos; en tal caso, lejos de su presunta naturaleza peyorativa, deviene en una excelente cualidad, de la que sentirnos orgullosos. En esencia, hablamos de voluntad de superación para enfrentar los obstáculos que se nos cruzan en el camino de la vida.

Teresa Perales, incombustible y recientemente reconocida con el Princesa de Asturias, constituye un gran ejemplo de ese ánimo que lleva a transformar una restricción en una gran oportunidad y pasar así de la neuropatía paralizante al deporte de alto nivel, hasta trocar su pérdida de movilidad en una inmensa cadena de triunfos. Pero si su brillantísimo palmarés resulta abrumador, aún resaltan más sus cualidades humanas, puestas de relieve en cada ocasión que sus logros son noticia y desde los que anima a otras personas a luchar por sus anhelos e ilusiones sin perder nunca la sonrisa. Teresa ha dedicado el nuevo galardón a su hijo Mariano, a la vez que también ha elogiado el valor de las madres que han de desarrollar su sagrada misión, al margen de una difícil conciliación familiar que persiste como una utopía aún pendiente de alcanzar.

También en el denostado ámbito político existen ejemplos de fortaleza y templanza, para mostrar que no todos los mandatarios son iguales. Tanto Arturo Aliaga como Javier Lambán se han enfrentado a muy serias afecciones de salud sin que por ello hayan dejado de lado su compromiso de servicio hacia todos los ciudadanos.

Cuando porfiamos por ver solo el lado oscuro de la vida, nos hacemos un flaco favor y perdemos la capacidad para rehacernos y recuperar todo lo inmensamente bueno que esa misma existencia nos brindará nada más revolver la esquina.