El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se ha estrenado con la negativa de La Casa Blanca a recibir a Pedro Sánchez.

Mal empezamos.

Como un primer efecto colateral, la pérdida de confianza con nuestro aliado norteamericano puede tener graves consecuencias en nuestra relación con Marruecos. El reciente apoyo del Gobierno de Sánchez al Frente Polisario, prestando atención sanitaria a su líder, Brahim Gali, (considerado un terrorista por Rabat y Washington) ha roto lazos largamente anudados con una paciencia que a Moncloa se le empieza a terminar. Las sinuosas maniobras del rey Mohammed VI, jugando a doble baraja con Ceuta y Melilla, tienen en vilo a las instituciones españolas, que no saben muy bien cómo responder, ni siquiera cómo actuar.

Hasta ahora, ese precario equilibrio entre Marruecos, España y Gran Bretaña, o entre Gibraltar y las ciudades autónomas ha tenido mucho que ver con el interés geoestratégico por parte de Estados Unidos hacia el Estrecho. Sus barcos de guerra necesitan esa ruta siempre expedita para operar en el Mediterráneo y, sobre todo, para defender a Israel desde el mar si los judíos son atacados por países árabes.

En el fondo, a la Marina norteamericana lo mismo le daría tener una base en Rota, en el sur de España, que en cualquier puerto del norte de Marruecos, y de ahí, y de las maniobras conjuntas que los marines acaban de celebrar con nuestros vecinos, y de la diplomática y política deferencia de los últimos presidentes norteamericanos con la casa real alauita, que algunos estén viendo asomar las patitas al lobo.

La preocupante situación de Ceuta y Melilla, con la paulatina «ocupación» —legal, por otra parte— de ciudadanos marroquíes que pronto superarán en número a los españoles, pero también por la constante amenaza de invasión de ilegales comienza a hacer mella en nuestra tradicional diplomacia.

Si hemos sido incapaces de recuperar Gibraltar, a pesar del Brexit, y si corremos el riesgo de perder Ceuta y Melilla, ¿quién tiene la culpa? Viéndolo de modo más optimista: ¿alguien tiene la solución? Porque si no se admiten culpas ni se encuentran soluciones, seguro que las noticias procedentes de Marruecos van a ser cada vez peores…