Acemoglu y Robinson, dos economistas que trabajan en EEUU, publicaron no hace tanto una obra muy sugerente, 'Por qué fracasan los países', en la que explicaban el por qué unas naciones progresan y otras no. Hacían referencia a ciertas élites que, en unos casos, se dedican a extraer rentas del conjunto de la sociedad para su particular beneficio mientras que otras, actúan generando rentas para la sociedad, lo cual estimulaba el crecimiento económico además de un reparto más justo. Hablaban de élites extractivas y de élites inclusivas.

El negocio del ferrocarril

La construcción del ferrocarril en España en el siglo XIX fue un planteamiento modernizador de la economía y de la sociedad. Pretendía conectar mercados estancos y cerrados, vertebrar el territorio y aumentar el flujo de la actividad económica. Los objetivos eran acertados pero los resultados no fueron tanto. Un problema derivó de que no calcularon bien el volumen de pasajeros y mercancías que iban a transportar por lo que su rentabilidad era escasa o nula. Como para su construcción se necesitaba financiación privada, dadas las carencias de las finanzas públicas, se optó por garantizar la inversión y su correspondiente rentabilidad a las empresas promotoras. Al final el ferrocarril se convirtió en un negocio en el que lo principal era construir, no importaban tanto las mercancías o lo que tuviera que llevar como el que se garantizaran unos rendimientos a las inversiones que ahí se hacían. En los consejos de administración de las diversas compañías ferroviarias se sentaron indistintamente los políticos conservadores y liberales de la época, esos que ahora dan nombre a muchas calles de Madrid: Cánovas, Serrano, Alonso Martínez, Sagasta, Canalejas, Silvela

Gregor

En la España actual, sobre todo cuando esa España iba bien que nos decían, vimos como se construyeron autopistas para no-viajeros que finalmente, por ejemplo, las radiales de Madrid, se las ha tenido que quedar el Estado. De momento las constructoras ya hicieron caja y con un poco de suerte, cuando por fin estas infraestructuras alcancen un nivel que les permita ser rentables, ya se comprarán a precio de saldo en cualquier proceso privatizador posterior. Más o menos parecido a la compra del seminario por el Ayuntamiento de Zaragoza años después de que éste donara los terrenos al obispado.

Así también, la banda ancha en España es de las más caras de la OCDE y vemos estos días que también el coste de la electricidad es de los más elevados de Europa. Lo curioso es que estos días nos contaban en un diario digital que, según Eurostat, las empresas del sector energético tenían una rentabilidad en España del 18,2%, mientras que la media europea era del 10%; su beneficio bruto suponía el 1,68% del PIB español, muy por encima de otros países europeos. (@unvelez@raulsanchezglez). La ministra se lamentaba de que a las eléctricas les faltaba empatía con la ciudadanía. Eso debe de ser. Pobre gente. Esos beneficios abusivos repercuten en el bolsillo de los particulares y también en el conjunto del sistema productivo, especialmente las pequeñas y medianas empresas. Entiendo que una fuerte demanda mundial puede originar una elevación de los precios de las materias primas, el gas en este caso, pero no creo que esas rentas extraordinarias se deban a que las eléctricas españolas saben comprar mejor el gas en los mercados internacionales que las empresas de otros países o que su gestión sea mucho mejor que la de las empresas europeas.

En resumen, los consumidores españoles pagamos más por la energía y las eléctricas tienen una tasa de beneficios superior a la europea. Sospechoso a todas luces.

Élites extractivas

La presencia de élites extractivas en nuestro país ha sido una constante. Para ello colocar a personas influyentes en la dirección de esas empresas, para mover voluntades y legislar a su favor es imprescindible. Su función es esa: qué sabía Zaplana de telefonía, por poner un ejemplo. Pues ahí estaba cobrando un riñón de Telefónica, o sea, de casi todos nosotros, aunque sea una empresa privada. En esos servicios en los que el Gobierno tenga que regular precios o condiciones, los políticos de peso van a estar presentes en los consejos de administración.

Por desgracia, los mecanismos de control nacionales no están demostrando mucha efectividad para que los mercados operen de verdad. Europa, una vez más, es una salvaguarda para los intereses generales como vimos en el caso de las cláusulas suelo de nuestra banca. Fue Europa también quien sancionó a Telefónica por prácticas abusivas de la competencia. En nuestro país, algunas leyes se han hecho por y para los que tenían el poder y en beneficio de esas élites extractivas. En numerosas ocasiones, se dice que la historia no se repite, pero rima. Aquí realmente más que rimas lo que hay son muchos ripios.