Mientras escribo este artículo escucho de fondo la canción 'Murder most foul', de Bob Dylan, que da título a su último disco, 'Rough and Rowly ways'.

Es un tema muy largo, de casi diecisiete minutos de duración, en el que el músico vuelve a ofrecernos una indudable muestra de su genial calidad y de su asombrosa capacidad para anticiparse a los tiempos venideros manteniendo muy viva la memoria de acontecimientos del pasado.

El traumático asesinato de John F. Kennedy, auténtico año cero para la generación de Dylan, sirve de referencia y partida a la canción en su primera estrofa: 'Era un día oscuro en Dallas/ Noviembre del 63/ Un día que vivirá en la infamia/ Kennnedy estaba en lo alto/ Era un buen día para vivir y un buen día para morir…'

A partir de aquí, Dylan jugará con el ingente material acumulado tras el magnicidio, con las teorías conspiratorias, con el francotirador Oswald, el papel del vicepresidente Lyndon B. Johnson o de la viuda Jackie, la supuesta traición de sus guardaespaldas, rumores, citas… para ir tejiendo una extraña esfera de palabras en cuyo interior parece condensarse algo así como el alma enferma de un país que, en el momento de ser abatido el presidente Kennedy, se partió, se tambaleó, se vino abajo para lentamente luego intentar levantarse.

En ese resurgir destellan ecos, voces del 68, de Woodstock o The Beatles. Leonard Cohen o Nick Cave suenan también en la letra de esa lenta recuperación, buscando la redención, más que por la justicia, el perdón o el amor, a través de la poesía y de la música. Pero el Anticristo ha llegado y las profecías de Dylan son menos brillantes que su armónica. Sus versos resuenan tenebrosos como monólogos de personajes de Shakespeare en los que también se apoya (Macbeth, Julio César…)

Oyendo la canción, con una música, o más bien un acompañamiento musical muy suave de fondo, apenas un piano, acordes de cuerdas, suave batería, se tiene la impresión de que Dylan, mas que cantando, está recitando un poema. Siendo su tono nada tonante ni enfático, sino rapsódico, hipnótico, como quien sabe que todo en su historia, en su poema, está tan condensado y pulido que lo importante es transmitir la pieza en su totalidad, no en versos que pudieran convertirse en citas.

¿Himno o lamento? Simplemente, Dylan.