La pena es el bitcóin de las emociones. Solemos hacer transacciones de mercado con nuestra emotividad, pero en el caso de la tristeza, la devaluación entre la realidad y lo que perciben los demás es abismal. Estar triste es natural. Ser un triste es humillante. Si estamos apenados, no hay problema porque no molestamos demasiado. Si damos pena, conseguimos degradarnos a nosotros mismos gracias al desprecio de los que nos rodean. Llamamos la atención con emociones. Nos hacemos los graciosos ejerciendo de antipáticos y somos curiosos hasta ser pesados. Pero si estamos bajos de ánimo, somos seres penosos. Nuestra pena es correspondida con asco y distanciamiento.

La inflación emocional separa el precio del valor de nuestra tristeza. Si diagnosticamos, a ojo, sin tomar en cuenta los síntomas del protagonista, confundiremos el inicio de una depresión con una pataleta 'penista', a la que es mejor no prestar ninguna atención.

Expertos emocionales

No solo dominamos materias como las epidemias, la política y el fútbol en este país. Somos una sociedad de expertos emocionales. Eso sí, nunca entendemos por qué no nos comprenden. Y siempre sabemos que tenemos razón, aunque los demás aún no se hayan dado cuenta.

Nos sugieren que inundemos las penurias con alcohol. Sin embargo, la pintora mejicana Frida Kahlo nos dejó un testimonio inapelable: «Quise ahogar mis penas en licor, pero las condenadas aprendieron a nadar». Hay personas que convierten su filosofía de vida en una penalidad. Ejercen el denominado 'penismo'. No confundir con la calamidad masculina relacionada con el sexo. Si a la pena del presente se acumula el pesimismo del futuro, tenemos el 'penimismo', un híbrido perfecto de la especie conocida comúnmente como cenizo.

Las penas que caducan son 'penecederas' y las estables se convierten en 'penennes'. Hay fechas que ayudan a compartir penas, como la Navidad. Algo que se celebra con el típico bollo dulce, de ascendencia italiana, llamado 'penatone'. Hay personas egoístas que ni siquiera dan pena, porque se la quedan toda para ellas. Estos agujeros negros humanos absorben todo lo relativo a esta emoción y la transforman en autocompasión.

Compadecerse de uno mismo es tan penoso como echar de menos a tu hermano, siendo hijo único. ¡Qué les voy a contar! Pero no todo está perdido. Hay algo positivo para tan funesta emoción. Si nos ha merecido la pena, es que estamos satisfechos del resultado.

En psicología clínica observamos a pacientes que se visten de pena para tapar una ansiedad generalizada

En psicología clínica observamos a pacientes que se visten de pena para tapar una ansiedad generalizada o porque están gestando un principio de depresión. O las dos cosas.

Ambos conceptos suelen estar relacionados a través de una tensión mutua y concurrente entre un comportamiento activo, pero desordenado y sin objetivos, y otro apático, pero difuminado por apariencias de interés. En definitiva, no existe un trastorno penal. Salvo en el fútbol.

Las noticias no se presentan solas. Vienen acompañas de opiniones pervertidas con emociones. Viven de la ira y el odio, para desembocar en la pena de la inactividad. Si enfadas a los tuyos y apenas a los adversarios, movilizas a los que te interesan y paralizas a quienes no te votan. Lo dice la ley de medios penosos: el incremento de noticias positivas debe ser contrarrestado, de forma inversa geométricamente, para que la información negativa provoque la anulación de los efectos beneficiosos, o al menos una confusión que genere inacción en el adversario. Lo hemos visto en las magníficas noticias de empleo en España y Aragón. Desde el año 2008 no se habían creado tantos puestos de trabajo. Hasta lo excelente es mejorable. Sube el empleo juvenil pero necesitamos más estabilidad, mejores salarios y un esfuerzo hacia mayores de 45 años y mujeres.

Simbiosis en política

Se suspende la reunión entre Lambán y Aragonès para dialogar de lo común. La simbiosis en política resulta complicada con localismos de unos contra otros. Si no jugamos todos, la llama nos escupirá, olímpicamente, en defensa propia. ¿O son los apoyos de ERC a la reforma laboral una prueba de 'shalom-slalom' en estos Juegos?

Nuestro Real Zaragoza tiene una penosa gestión, pero a la pañolada del pasado sábado le pusimos tanta afición como pasión. La mayoría de dirigentes del club, agrupados en la 'federación de penas', huyeron del palco. No se vio tampoco al alcalde Azcón, que quiere una política de vivienda propia en la tribuna zaragocista ¡cacahuetes! Estaría borrando sus fotos junto a Lapetra, haciendo campaña con el PP, dentro de la Romareda. ¡Vaya pareja de 'ppenistas'!.