Hace dos décadas y media que la novela histórica es el género literario más demandado por los lectores y el más vendido en España, y ello pese a que ciertos críticos 'exquisitos' todavía consideran que escribir este tipo de relatos no es literatura. No sé qué pensarían de esto Walter Scott, Víctor Hugo, Gustavo Flaubert, León Tolstoi, Mika Waltari o Margarita Yourcenar, por ejemplo.
El fenómeno de la nueva novela histórica española no es casual; se debe a la aparición de escritores de primer nivel como Juan Eslava Galán (que abrió camino con 'En busca del unicornio'), José Calvo Poyato (verdadero maestro), Paloma Sánchez Garnica (extraordinaria narradora), Javier Sierra (magníficas incursiones desde su atalaya de misterios y enigmas), Rosario Raro (estupendas novelas sobre los siglos XIX y XX), Toti Martínez de Lezea (que novela a gentes anónimas a las que da voz) o Santiago Posteguillo (el mejor escritor de novelas sobre la Roma Antigua en el mundo). No en vano, Gisbert Haefs, uno de los grandes escritores alemanes, ha dicho que en España está el mejor grupo de autores de novela histórica de Europa.
En Aragón destaca un gran elenco de autores que también lucen en el panorama nacional e internacional, como Luz Gabás (cuyas novelas brillan), Luis Zueco (creador de tramas que atrapan al lector), Alejandro Corral (que desarrolla argumentos asombrosos) o Irene Vallejo (que transmite una profunda sensibilidad en cada uno de sus textos).
Las editoriales españolas han pasado de editar media docena de novelas históricas firmadas por escritores españoles en 1996 a publicar varios centenares de títulos en el último año
La lista sería larguísima, porque las editoriales españolas han pasado de editar media docena de novelas históricas firmadas por escritores españoles en 1996 a publicar varios centenares de títulos en el último año. En Aragón, por ejemplo, la editorial Doce Robles tiene una colección específica de novela histórica sobre esta tierra.
Y como ocurre siempre que cualquier asunto tiene éxito, al albur de las ventas son muchos los que se han puesto a escribir novela histórica, entre ellos, algunos historiadores profesionales que en su día denostaron y pusieron de chupa de dómine a los colegas que decidieron usar la historia para hacer literatura, tildándolos de «poco serios» (si yo les contara).
Soy de los pocos historiadores (quizás de ahí mi tendencia a escribir novelas) que opinan que la Historia no es una ciencia, pero que necesita del método científico para estudiarla y enseñarla; y por ello, considero que la novela histórica no es Historia, pero puede servir para incentivar al estudio y la reflexión sobre el pasado para entender el presente.
