Un año después del último levantamiento popular en Cuba, el régimen castrista ha conseguido, una vez más, aniquilar cualquier atisbo de liberación política. Los militares que desde hace sesenta años gobiernan la isla con mano de hierro han vuelto a aplastar por completo la nueva revuelta, como tantas veces hizo antes Fidel Castro.

Más de setecientos manifestantes de aquel aún cercano julio de 2021 siguen hoy encarcelados en penales castrenses, a pan y agua. A uno de los principales líderes del movimiento «Patria o vida», Mikel Castillo, lo acaban de juzgar en La Habana. Un tribunal al servicio de la dictadura le ha impuesto una pena de nueve años de prisión. Para celebrarlo, el presidente títere Miguel Díaz Canel, cancerbero máximo del Partido Comunista Cubano e indigno epígono de la satrapía castrista, ha declarado un no pasarán «los gusanos y mercenarios» empeñados en derrocarle y en derrotar la Revolución.

Burdo eslógan aplaudido con febril entusiasmo por la última momia soviética que aún se aparece como espectro cargado de cadenas en la política internacional: Raúl Castro, vergonzante heredero ideológico de una izquierda destrozada por la tiranía de su familia, bastarda del socialismo utópico. Si hablamos de otra herencia, de la económica, el día en que nos enteremos de la fortuna acumulada por Fidel y los suyos, y de su sucio origen, nos vamos a caer de espaldas.

Así las cosas, con el silencio cómplice de los intelectuales cubanos que todavía permanecen en la isla, acomodados a las facilidades y comodidades que el régimen les va concediendo a condición de que en sus canciones, novelas, obras de teatro o exposiciones su crítica no desborde determinados parámetros, hasta allá donde la censura les permita llegar.

Cuba se mantiene como un Estado dictatorial con partido único y un círculo de poder tan estrecho que sus nombres se pueden contar con los dedos de una mano.

Ser cubano en Cuba significa hoy represión, indignidad, cárcel, tortura… Un rosario de opresiones y calamidades que no parece tener fin.

En cuanto una esperanza brilla y alguien planta la bandera de la libertad aparecen los esbirros castristas para apagar la luz de un amanecer político.

¿Hasta cuándo?.