Sala de máquinas

Un santo y socialista varón

Juan Bolea

Juan Bolea

Los recientes acuerdos entre Esquerra Republicana y Partido Socialista de Cataluña se prestan a distintas lecturas, algunas muy sugerentes. El simple hecho de que dicho pacto se haya producido, de que Pere Aragonès y Salvador Illa se hayan dado la mano y firmado un presupuesto común para gestionar la Generalitat en base a principios compartidos supone un avance con respecto a la situación inmediatamente anterior de graves enfrentamientos con repercusión en la convivencia y en la calle.

¿Se puede considerar la estrategia del PSC, y del PSOE, por extensión, un éxito con respecto a una futura extinción –cuando menos, control– del independentismo catalán? Todavía no, me temo, puesto que ERC va a seguir gobernando sin los socialistas y en cualquier momento puede variar su estrategia, tornar a las andadas y entenderse de nuevo, por imposible que parezca hoy, con Carles Puigdemont. Suceda lo que suceda en un próximo futuro, ahora mismo el independentismo catalán, más que dividido, está roto. En esa situación contraria para ellos tienen mucho que ver la táctica y la paciencia de Salvador Illa. Un santo y socialista varón que, después de haber ganado las elecciones en Cataluña, ha tenido suficiente capacidad de sacrificio como para soportar toda la legislatura en los bancos de la oposición, remando como un galeote y sabiendo sufrir hasta lograr que la barcaza indepe, con el timón roto y uno de sus capitanes a la deriva en el bote salvavidas, haya encallado en los arrecifes de la duda hamletiana, ser o no ser, hacer o no hacer, pactar o no pactar, declarar de nuevo la independencia o vender el alma por un arancel…

Desde Moncloa, Pedro Sánchez observa con indisimulada satisfacción los movimientos de Salva Illa, su mariscal de campo, así como el reposicionamiento de sus siglas en ayuntamientos y diputaciones. La «pacificación» de Cataluña será, sin duda, un argumento que el PSOE utilizará en el ámbito electoral nacional, invitando a los votantes a comparar la actual situación de «paz» con la «guerra» entre los indepes y el Partido Popular durante los mandatos de Aznar y Rajoy.

Pero, si de lo que hablamos es de una solución definitiva y completa normalización en la vida política de Cataluña, ese objetivo está lejos.

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