¿Tic? ¡Mejor Tric!

Se invoca a la tecnología como la antesala de la libertad, pero esa libertad lleva trampa

Eugenio Mateo

Eugenio Mateo

Las tecnologías de la información y la comunicación, conocidas por el acrónimo TIC, han llegado al socaire del progreso y forman parte indeleble de nuestros modos de vida, hasta tal punto que existen indicios claros de su peligrosidad teniendo en cuenta que un manejo indebido de las redes produce adicción. Según los estudios realizados, uno de cada tres adolescentes podría encontrarse en ese supuesto. Los efectos de tal adicción son evidentes: rotura del contacto interpersonal, ensimismamiento en una realidad que sólo es real en su pantalla, aislamiento del núcleo familiar, incapacidad para discernir entre lo bueno y lo malo, sectarismo entre afines ignorando lo que pasa por ahí, pérdida del aprovechamiento de la educación, dependencia, al fin, de un mundo hermético y romo. Habría que sospechar de una conjura para convertir a la juventud en una masa manejable e ignorante. Una operación a gran escala, premeditada con alevosía y nocturnidad. Se invoca a la tecnología como la antesala de la libertad, pero esa libertad lleva trampa, aunque van surgiendo cada vez más voces que intentan avisar de sus peligros proponiendo nuevas formas de Educación.

Sin ir más lejos, en la Universidad de Zaragoza, el grupo GICID, Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital, lleva años investigando, desde una vertiente educomunicativa, el factor que humanice los usos, consumos e interacciones de las redes añadiendo un elemento relacional. Nace, así, un nuevo acrónimo: TRIC. Tecnologías de la relación, información y comunicación. Definen al factor relacional como el eje que conecta lo que se produce en las redes desde una visión positivista y posibilista que abarque las tres dimensiones del ser humano (cognitiva, emocional y social). Esto es, una tarea educativa y comunicativa hacia un humanismo que diseñe una mediación tecnológica que respete al ser humano en su integridad. Es inapelable la necesidad de evolución y la tecnología es su mayor exponente. Nunca en tan poco tiempo se consiguieron tantos avances. La cuestión es no ser devorado por ellos, aunque ahora, la Inteligencia Artificial nos lo pone más difícil por el hecho temible de que acabe suplantando la creatividad humana y , más aún, a la comunicación para convertirla en herramienta de desinformación al servicio de intereses no tan ocultos.

Es un sarcasmo que, no contentos con habernos cargado el planeta, nos hayamos empeñado en hacer del Espacio un lugar peligroso, pues no de otro modo lo estamos convirtiendo gracias a la basura espacial. Si el primer satélite de comunicación, el Telstar 1, se puso en órbita en 1962, y con esto se logró la primera retrasmisión de televisión vía satélite en ese mismo año, ¿Cuántos artefactos mucho más sofisticados hay en estos momentos sobre nuestras cabezas orbitando en modo geoestacional? ¿Cuántos dedicados a la intercomunicación global? Según los datos más de 2.000. El 80% pertenecen a corporaciones multinacionales y son de uso comercial, según declaran.

Sin embargo, el incremento de la masa de restos de todo tipo de ingenios espaciales que viajan a la deriva a 7 km. por minuto obligará a la ciencia a buscar soluciones. Cuando vemos a los niños jugando con un móvil, quizá no reparemos en el detalle de que un satélite lo permite, aunque, claro, con la aquiescencia de sus papás.

La máquina recibe información del otro lado del mundo y desde los 35.000 kilómetros de distancia trasmite a ese niño una realidad demasiado grande para él, pero que estimula su curiosidad y lo convierte en un adicto entre papilla y papilla; más tarde entre hamburguesas. Por eso, propuestas educativas como las del GICID significa llevar a las aulas de Periodismo y Comunicación Audiovisual un planteamiento ético ante el imprevisible efecto de la tecnología.

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