AL MARGEN

Botarate

Marian Rebolledo

Marian Rebolledo

Pues sí, esta es otra columna más de alguien que quiere contar lo mucho que le gustaba Mortadelo y Filemón cuando era pequeña. Alguien que atesora montones de sus álbumes en casa. Que tiene todos los clásicos, y también muchos de los que salieron después. Que de dos hijos, consiguió que uno se enganchara a Mortadelo y Filemón al punto de compartir en privado los chistes y los insultos clave (botarate, decíamos mucho, muertos de risa, Pablo y yo). Que una de las veces que Francisco Ibáñez vino a Zaragoza, se empeñó en que le asignaran la entrevista, sacó a su hijo fan del colegio con una excusa falsa, y se lo llevó a conocerlo. No recuerdo nada de la entrevista que le hice, que tampoco fue nada del otro mundo, pero sí de cómo le miraba Pablo, como a un dios. De la foto que se hizo con él y de la dedicatoria que Ibáñez le dibujó en su álbum favorito, Los inventos del profesor Bacterio. Aquel día conocí a un hombre que parecía perpetuamente sorprendido de lo mucho que le quería su público. Que atendía a los niños con gentileza, y a los adultos con infinita amabilidad. Mortadelo, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio… a todos nos traen recuerdos de esos tiempos en los que merendábamos pan con chocolate en casa de la abuela. Cómo no vamos a sonreír ante su recuerdo, cómo no vamos a estar desolados por su pérdida, aunque hace años ya que no comprábamos un álbum nuevo. Ahora es tiempo de irse a la estantería donde siguen sus tebeos, buscar los clásicos y volverlos a leer. Prueben. Les pasará algo asombroso: aunque dicen que no hay que volver a los sitios en que fuiste feliz, regresar a un viejo álbum de Mortadelo y Filemón tiene un poder mágico, el de convertirte en niño otra vez.

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