Tunguska

115 años después son muchos los misterios sobre el verdadero origen de aquel suceso

Luis Negro Marco

Luis Negro Marco

A las 7 de la mañana del 30 de junio de 1908, un enorme meteorito cruzó los cielos de la región central de Siberia, en territorio ruso, e impactó en tierra, en el valle del río Podkamennaya Tunguska. Aquel meteorito, que se estima pudo haber tenido 50.000 toneladas de peso, entró en la atmósfera a una velocidad de 20.000 kilómetros por hora. Pero debido a la presión de la Tierra, se fragmentó en miles de pedazos, cuando se encontraba a 5.000 metros de altitud sobre el lugar del impacto.

La primera consecuencia de la brutal colisión fue una tremenda explosión, que se escuchó hasta 1.500 kilómetros de distancia, acompañada de una luminosidad tan intensa que se elevó hasta más de 20.000 metros de altura, lo que hizo que fuese visible en toda Europa. Así mismo, algunas fuentes de la época llegaron a afirmar que en cuestión de minutos, millones de árboles quedaron calcinados o inclinados por una fuerza descomunal y apenas si quedó rastro de vida en un radio de 60 kilómetros.

Sin embargo, no sería hasta veinte años después (1927, el mismo año del advenimiento de Stalin al poder en la URSS) cuando tuvo lugar la primera expedición para comprobar el lugar exacto en el que el meteorito había caído (por increíble que pueda parecer hasta entonces se desconocía) y los efectos que había causado tras la explosión. Al frente de aquella misión se encontraba el explorador ruso Leonid Kulik, quien habría descubierto en la zona centenares de pequeños cráteres (la mayoría no superarían el metro de diámetro) con una profundidad variable de entre 25 y 50 metros.

Pero los más sorprendente es que todavía a día de hoy (115 años después) son muchos los misterios sobre el verdadero origen de aquel suceso que tuvo lugar sobre la tundra de Tunguska. Empezando por el de su datación exacta, puesto que en aquella época el calendario imperante en la Rusia zarista era el juliano (no el gregoriano que había adoptado la Europa occidental) según el cual, el meteorito que habría impactado sobre Tunguska habría caído el 17 de junio de 1908 y no el 30.

Más misterioso resulta aún que a pesar de la información aportada por Kulik durante su exploración, no fuera hasta 1939 cuando las autoridades soviéticas anunciaron a bombo y platillo que por fin habían podido determinar con absoluta precisión el lugar real del impacto. ¡Habían pasado 31 años!

Así mismo, astrónomos y geólogos de la época identificaron el suceso como un devastador efecto derivado de la explosión de un volcán en Colima (Méjico) que tuvo lugar en ese mismo año. Y es que 1908 fue muy activo geológicamente, con la manifestación de numerosos fenómenos volcánicos y grandes terremotos, como el acaecido en el Estrecho de Messina, junto a Sicilia.

De manera que ¿pudo no haber sido un meteorito el objeto que impactó en 1908 sobre Tunguska? Esta es al menos la tesis que un equipo de geólogos presentó en 1989 en el Boletín de la Academia de las Ciencias de París. En su estudio, los investigadores ponían de relieve que, si bien no habían sido capaces de encontrar una explicación satisfactoria sobre el origen de la explosión acaecida en Tunguska, sí estaban en condiciones de afirmar que la misma no había tenido un origen extraterrestre (descartaban entonces la hipótesis del meteorito) basando su afirmación en que (a diferencia de lo que se ha detectado tras el impacto de otros grandes bólidos sobre la Tierra), la extraña explosión de Tunguska no habría dejado la menor traza de iridio en los hielos de la Antártida.

Y si no tuvo origen extraterrestre ¿qué es lo que realmente impactó sobre Tunguska? Aquí es donde, los amantes de la conspiración encontrarán una respuesta que les apasionará: el meteorito de Tunguska habría sido en realidad, nada menos que una bomba atómica lanzada por la Alemania nazi de Hitler, el 23 de febrero de 1945 (apenas 6 meses antes de que Estados Unidos lanzara sobre Hiroshima la primera bomba atómica). Con aquel hipotético lanzamiento atómico sobre la región de Tunguska y su devastador efecto, Hitler habría pretendido lanzar el mensaje a Stalin de que se pusiera de su lado (puesto que poseía el arma definitiva de la que tanto había alardeado) y en contra del resto de aliados: Estados Unidos y Gran Bretaña.

Esta explicación, tiene sin embargo el problema de fechas (Hitler habría lanzado la bomba en 1945, mientras que la explosión sobre Tunguska se remontaba a 1908). Pero los conspiranoicos, tienen también la respuesta a este problema: Esta última fecha habría sido una ingeniosa falsificación de la NKVD por encargo de Stalin, con el fin de ocultar su debilidad militar a los aliados, quienes –por otro lado– tampoco habían estado nunca muy seguros sobre el imprevisible rumbo que Stalin pudiera tomar según las circunstancias. Para los amantes de Cuarto milenio les sugiero que lean el libro Operación Hagen, de Felipe Botaya, publicado en Nowtilos en 2005.

Pero si creían que el misterio del meteorito de Tunguska ya acaba con todo esto, todavía queda lo mejor. En 1946, el físico e ingeniero ruso Alexander Kazantsev firmó un libro en el que escribía sobre la expedición que en 1927 llevó a cabo el explorador Leonid Kulik a Tunguska, en busca de los restos del devastador meteorito. Kazantsev no ponía en duda que en aquella región se hubiera producido un acontecimiento devastador el 30 de junio de 1908. Pero sí lo que lo origino: ni un meteorito, ni una bomba atómica nazi, sino… la explosión de una gigantesca nave extraterrestre que allí se estrelló en aquel fatídico (al menos para sus extraterrestres ocupantes) día.

Claro que, tampoco ahí se cerró la cuestión sobre el meteorito de Tunguska y el misterio prosiguió, hasta el punto de que, bajo la dictadura comunista de Brézhnev, en 1971 tuvo lugar en Novossibirssk una primera reunión de síntesis en la que (en vano) se trató de dar una respuesta final al misterio.

Y así seguimos a día de hoy, en que los investigadores continúan preguntándose cuál pudo haber sido el verdadero origen de la terrible explosión y posterior devastación, que habría tenido lugar el 30 de junio de 1908 en la inhóspita región siberiana de Tunguska.

Suscríbete para seguir leyendo