Jarrones chinos

Ver cómo Felipe González y Alfonso Guerra se han prestado al juego del PP me resulta incomprensible

Jesús Membrado Giner

Jesús Membrado Giner

Las intervenciones de Felipe González y Alfonso Guerra del pasado día 20, me produce una enorme tristeza. Ver cómo se han prestado al juego del PP me resulta incomprensible. Sinceramente, ya nos defraudaron cuando no avalaron ningún manifiesto, ni hicieron declaraciones apoyando al PSOE en las elecciones del 23-J. Y ahora se suben al vodevil de Feijóo para su investidura, dándole alas y aliento con sus críticas a una posible ley de amnistía que pide Puigdemont y que nadie conoce su existencia y menos su contenido. No lo esperaba, seguramente porque sigo siendo algo ingenuo.

Nada queda de aquel Felipe González que en 2015 acuñó esa famosa frase, «los expresidentes somos como jarrones chinos en apartamentos pequeños. Todos les suponen un gran valor, pero nadie sabe dónde ponerlos, y, realmente, se espera que un niño le dé un codazo y se rompa». Estas personas que tienen un enorme peso por lo que significaron, aunque su representatividad orgánica actual sea nula, tienen el derecho a expresarse y dar su opinión, como cualquier otra. Ahora bien, deberían calibrar lo que dicen y saber que cualquier opinión que manifiesten será interpretada tanto por el contenido como por el continente , así como dónde y cómo lo dicen.

Personalmente no me gusta que opinen siempre en el mismo sentido y en momentos en los que parecen pretender más el auxilio al PP que aportar valoraciones constructivas.

Todo ello en un contexto en el que la derecha extrema y la extrema derecha caminan juntas, torpedean instituciones, no reconocen la legitimidad de un gobierno de izquierdas, han hecho campaña antidemocrática contra la dignidad del Gobierno y el fantasma del sanchismo.

Entiendo que hay muchas razones para desesperarse con los problemas territoriales. Este conflicto nos persigue desde hace más de un siglo. Se ha manifestado desde la Restauración en todos los regímenes políticos que hemos tenido. Es un problema recurrente y profundo en nuestra historia.

Ahora bien, ser nacionalista no es un crimen, es un derecho como otros tienen el de ser liberales, fascistas o comunistas. Deberíamos en todo caso, analizar las causas de su existencia en la actualidad y ver cómo la falta de un diseño integrador, que permita la convivencia entre las diversas entidades nacionales, es una asignatura pendiente que nos atañe a todos.

La resistencia del nacionalismo español a reconocer la plurinacionalidad de nuestro país está entre las causas de la propagación independentista y, como consecuencia, el auge de la extrema derecha. Solo la normalización de estas cuestiones hará perder su identidad y su fuerza a los partidos que viven de esta tensión.

El giro intolerante del PP hacia todo lo relacionado con el nacionalismo periférico y, sobre todo, con el nacionalismo catalán, tiene mucho que ver con la indolencia del Gobierno de Rajoy ante las consultas del 14-N del año 2014 y del 1-0 del 2017. El partido garante de la unidad de España fue burlado en ambas ocasiones , y el efecto tanto interno como externo fue la aparición de dos fuerzas políticas que primero le disputaron la hegemonía política, y ahora le han llevado a la soledad política. Las culpas de aquel desaguisado las taparon con la judicialización de todo el proceso y el cierre de filas ante cualquier vía de solución que se presente al conflicto catalán.

En julio del 2023 la independencia en Cataluña es apoyada por menos del 40% de la población mientras que hace cinco años lo era por el 49%, y actualmente el rechazo está en el 53’3%, supongo que algo habrá influido en ello la normalización que las medidas del Gobierno de Sánchez ha estado desarrollando. Es obvio que seguir por esa vía ayuda a mejorar la convivencia y las relaciones en el país.

Si además, gran parte de este relato argumental es compartido por el 51% de los ciudadanos que apoyaron opciones distintas al PP y Vox en las elecciones del 23-J, no me cabe en la cabeza que González, Guerra y algunos dirigentes aragoneses, se obcequen en esa cruzada contra Sánchez , basándose en medidas que nadie conoce, y apliquen un discurso preventivo que solo beneficia a PP y Vox.

Salvo que como decía Rafael Escuredo, exdirigente socialista y padre de la autonomía andaluza, «cuando alguien en lugar de defender al PSOE busca sin pudor los continuos aplausos de la derecha, podrá decir lo que quiera, pero algo anida en su interior que le lleva a buscar el aplauso, para seguir alimentando su ego».

O como decía K. Marx. «No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino su existencia social la que determina su conciencia».

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