La turra de las calaquitas ilustres

Unos españoles, con el bien de España viven estupendamente y otros, no tan estupendamente

Rafael Campos

Rafael Campos

Don González se nos ha vuelto a aparecer para decir que no le dejan hablar por viejo. Cada poco, esta ilustre calaquita se nos aparece para regalarnos sus ocurrencias de urgencia histórica; y que no le dejan hablar, dice sin parar de hablar. Ahora sobre la amnistía, que le parece tan mal.

Sus decretos sobre amnistía sí que era gloria verlos, porque los hacía por el bien de España, pero esta amnistía no le gusta, porque es por el mal de España. Cuando Rajoy enviaba la tropa a por ellos y salíamos por las teles del mundo aporreando jubilados, entonces no se nos aparecía; se conoce que aquello también le parecía bien por el bien de España. Por el bien de España siempre ha habido gente que ha vivido muy bien. Vamos, que el bien de España suele estar bien remunerado. Luego, a España le va bien o no —y no digamos ya a los españoles— según se mire, según quien la mire, y según desde donde se mire. O sea, que unos españoles, con el bien de España viven estupendamente, y otros no tan estupendamente. Millones de jóvenes, incluso con trabajo fijo, no tienen ni para una casa, y no digamos ya para una casa con habitación para un crío, por si quisieran tener un hijo, o algo. Y otros cientos de miles se largan y se buscan la vida en el extranjero, cansados de tanta Unidad de España, quizás.

Ahora mismo, hace un rato, ha salido otra calaquita bramando, casi rebuznando, por lo mismo, por el bien de España. Don Rodríguez Ybarra. Violado, dice que se ha sentido por la cosa de Cataluña y por los indultos. Indultar se ha indultado en España –por su bien, naturalmente, por el bien de España– a golpistas, a responsables de terrorismo de estado y a delincuentes económicos; y no eran uno ni dos, ni eran sus delitos cosa de votaciones ilegales. Pero a don Ybarra sólo se le rebela el esfínter ante esta humillación de más de cuarenta millones de españoles.

Nos cuenta a todos en lo de su esfínter, conque da por hecho que todos esos millones nos sentimos igual de violados que este pobre anciano. No sé para quién habla ni sé quién le hará caso al venerable. Ni sé si se ha olvidado la pastilla, o habla desde la lucidez que le queda –de la que nunca anduvo sobrado, exabruptos aparte–. Da la impresión de que el PSOE, su PSOE, como el de don González, es otra Unidad de Destino en lo Universal. Y que él, y otros como él, hacen guardia también sobre los luceros, como aquel centinela de occidente.

Se supone que el PSOE de ahora no se parece demasiado al de entonces, pero a saber. De todas formas, estos galápagos no ignoran hacia dónde van sus invectivas. Coinciden tanto, pero tanto, sus exageraciones interesadas con las de los otros patriotas pluscuamperfectos, que sospecho que mucha de la gente del partido no sabrá bien qué pensar, bueno, o igual lo saben perfectamente.

Supongo que a no tardar se nos aparecerá la otra mitad del dúo sacapuntas, don Guerra, que si no tiene algún libro imprescindible que pasear –a ver si nos convence por fin de que es un intelectual, en lugar de un vulgar comisario político— encontrará otro quilombo cualquiera desde el que soltarnos sus chistes presuntamente ingeniosos sobre la coyuntura. Como si se fueran turnando –por el bien de España, no se nos olvide, siempre por el bien de España– para iluminar nuestro camino cuando perdemos el norte, el sur, el este y el oeste. Se nos aparecen para que recapacitemos, para volvernos al camino de la luz y la verdad. La amnistía es intolerable, excepto cuando la ponían ellos, que entonces era muy buena, porque era por el bien de etc…

En fin, por el bien de España, por la Unidad de España, se han repartido siempre muchas y generosas nóminas. Hay gente que gracias a la Unidad de España se ha labrado una carrera desde la más tierna juventud hasta la jubilación, que puede venir incluso con finca y yate incorporado; o si no unos años más de gratis total en Madrid, en esa cosa que se llama Senado, que sirve sobre todo para mantener a una colección de cesantes viviendo como senadores romanos sin dar palo al agua; de vez en cuando montan una comisión de investigación para entretenerse, donde comparecen los investigados, sueltan sus trolas impunemente, los periodistas hacen como que es muy importante esa fiscalización, y luego quedan todos a comer por los restaurantes que han florecido en el entorno del edificio, que hay dietas. Y los investigados, bien gracias, muy entretenido el rato. O dicho a la manera de Quevedo. Caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada. Que así salen los investigados, aunque sin chapeo ni espada. En los USA, por cierto, creo que mentir en una comisión del congreso o el senado trae cárcel, si se demuestra. Aquí, las comisiones son verbenas donde se producen monólogos más o menos entretenidos, diálogos con más o menos gracia y otras chanzas y desvergüenzas para mayor brillo y fama de la política y sus banderilleros.

En fin, a ver si se les pasa el trance, se toman la pastilla o algo y dejan de dar la turra de una p... vez.

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