Vuelco histórico en Argentina

El Periódico de Aragón

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La elección de Javier Milei para que presida Argentina a partir del 10 de diciembre abre un universo de incertidumbres. Y no solo por lo inquietantemente excéntrico de la figura. Su programa, que define como liberal libertario, está plagado de incoherencias. La pobre representación parlamentaria de La Libertad Avanza, el movimiento del vencedor, dificulta que lo lleve a cabo. Y la crisis que se abre en el entramado peronista, dividido en facciones enfrentadas, no le resta en cambio capacidad para movilizar la calle. Contra el vaticinio de las encuestas, que profetizaron un resultado ajustado, el presidente electo sacó más de 11 puntos a Sergio Massa, una diferencia que no se daba desde que en 1983 Raúl Alfonsín gano al peronista Ítalo Luder. Contra quienes pensaron que una parte de los seguidores de los conservadores Mauricio Macri y Patricia Bullrich votarían a Massa, alarmados por la heterodoxia ultraconservadora de Milei, el recuento confirma que la hostilidad en estos sectores al peronismo y el rechazo transversal a la gestión económica de Massa no dejaron lugar a esta disidencia.

La incógnita que se abre a corto plazo es cómo será capaz Milei de atender a las obligaciones contraídas por Argentina con el Fondo Monetario Internacional y varios bancos y, al mismo tiempo, dolarizar la economía, suprimir el Banco Central y tomar otras medidas de un ultraliberalismo extremo. A medio plazo el mayor interrogante atañe a la repercusión social que puede tener la contracción del Estado asistencial en una situación de hiperinflación galopante y con el 40% de la población sumida en la pobreza. Hubo en la recta final de la campaña la sensación de que Milei moderaba algo su discurso, pero está por ver qué capacidad de influir en el Gobierno tendrán Macri y Bullrich para dar a la gestión económica un rumbo verosímil.

Lo cierto es que, de momento, la victoria de Milei a lomos de una sociedad defraudada, con apoyo reseñable y sin reservas del voto joven, le da un margen de maniobra para llevar a la práctica alguna de sus medidas más efectistas. Es más dudoso que pueda hacer realidad sin encender la calle la liquidación de la enseñanza pública y la asistencia sanitaria básica que depende del Estado o la ilegalización del aborto. Pero se distingue el presidente electo por su triple condición de político sin experiencia alguna de Gobierno, por su imprevisibilidad y por responder a un perfil psicológico por lo menos inhabitual, de forma que todo es posible y no hay ninguna garantía de que incorpore a su desempeño dosis de realismo y de sentido común.

A escala latinoamericana, la victoria de Milei tiene un gran poder de contagio en pleno reflujo de las propuestas reformistas y el asentamiento de los herederos ideológicos de Jair Bolsonaro, émulo a su vez de Donald Trump. En este sentido, es significativo que Milei haya amenazado con romper el vínculo comercial de Argentina con el Brasil de Lula da Silva, como mínimo una temeridad habida cuenta que Brasil es el principal destino de las exportaciones industriales argentinas. Y es asimismo significativo que el líder ultra de Chile, José Antonio Kast, haya sumado su voz a cuantos esperan que Milei sea determinante para aupar a los líderes de la extrema derecha. Porque el resultado en Argentina tiene las dimensiones de un cambio histórico que repercutirá en todo el continente.

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