EL ARTÍCULO DEL DÍA

Pedro Sánchez o la modernidad líquida

Analizar el presente desde claves pretéritas suele dar más errores que aciertos

Mariano Berges

Mariano Berges

Muchas veces recuerdo que en mis tiempos docentes solía repetir una imagen pedagógica. Cuando un adulto discute con un niño sin posibilidad de acuerdo, el adulto debe ponerse en cuclillas y hablar con el niño de igual a igual, de manera que los ojos de los dos estén a la misma altura. La perspectiva hay que cambiarla cuando la vieja no da resultado. En este artículo voy a intentar cambiar de perspectiva y ponerme a la altura de aquellos a los que no entiendo.

Que los tiempos y las sociedades cambian a un ritmo trepidante es una obviedad. Sin embargo, nuestras mentes siguen operando a un ritmo mucho más lento y con características de fijeza e irreversibilidad. Pero eso es lo normal. Una persona de 77 años tiene poco que hablar con otra de 18. Pueden intercambiar palabras, incluso algunos conceptos, pero no podemos acordar claves de interpretación sobre la sociedad y cualquiera de sus manifestaciones culturales, económicas o políticas.

En la actualidad hay un personaje en España que resulta singular, independientemente de incondicionales y detractores, que los tiene en abundancia. Me refiero a Pedro Sánchez. Nadie le puede negar fuerza, audacia, temeridad, suerte, relatividad moral (¿hay alguna moral que no sea relativa?). Las morales absolutas son muy peligrosas, como todo lo absoluto. Sánchez tiene adeptos hasta llegar a la categoría de fans y enemigos hasta soñar con él auténticas pesadillas. Hasta ha sacado a Felipe González y Alfonso Guerra de sus confortables silencios históricos para intentar descalificarle. También mi amigo Javier Lambán está en la misma línea, aunque no tan personalmente. Vano intento. Quizás acertáramos si, en vez de discutir acaloradamente, nos dedicásemos a una simple descripción del siguiente tipo: «Sánchez es el presente, Felipe es el pretérito». La diferencia de los tiempos a que nos referimos es tan radical que no es fácil establecer comparaciones. Personalmente, yo no hubiera intervenido como González-Guerra, sino que hubiese guardado un astuto silencio y esperado a ver qué pasa. Cuánto hay que aprender de la diplomacia vaticana, con sus silencios y distanciamientos litúrgicos. Analizar el presente desde claves pretéritas suele dar más errores que aciertos.

Bauman, uno de los pensadores más actuales y acertados habla de modernidad líquida: las estructuras y normas sólidas que solían ofrecer estabilidad y tradición a la sociedad han evolucionado hacia una modernidad líquida en la que todo es frágil, volátil y flexible. El capitalismo actual nos ha convertido en meros consumidores, no solo de productos sino también de imágenes y conceptos. Las viejas estructuras no solo no ayudan sino que frenan. Ya hace muchos años que Marcuse hablaba del hombre unidimensional como prototipo de futuros tiempos que quizás ya tenemos aquí. ¿Será Sánchez la representación de un objeto político cuya única dimensión es ser consumido? El presentismo nos rodea y es prácticamente imposible escapar a él. El PSOE actual no alarma tanto a muchos jóvenes de izquierdas como a la vieja guardia socialista. Me caben dudas de si el PSOE de Felipe González hubiera superado el procés de Cataluña, la irrupción de Podemos y el variopinto panorama de los nacionalismos periféricos. El millón de votos que Sánchez aumentó en las elecciones del último 23J algo indica en esa dirección. Que no solo una alianza PSOE-PP es imposible, sino que hay que hacer lo que sea con tal que PP-Vox no lleguen al poder. No es casualidad que España sea de los pocos países que ha impedido a la ultraderecha llegar al poder central. A duras penas pero lo ha conseguido.

En mi caso, por ejemplo, mi mentalidad jacobina chirría con la plurinacionalidad vigente de la política actual. Y aún más con la retórica supremacista y grandilocuente de los indepes catalanes. Me cuesta aceptarlo pero tendré que respetar que otro lo intente. No es fácil el reto. La cuestión territorial es una de las claves actuales más difíciles de gestionar. Y la igualdad de los españoles no se impone, sino que se trabaja codo con codo con todos los afectados. También con los separatistas.

Por eso, realidades actuales como los indultos a los indepes, más la amnistía actual, más los acuerdos con PNV y Bildu, hay que verlos desde otro visor para poder entenderlos. No dogmatizo con que es eso lo que hay que hacer, solo digo que es un intento de solucionar una situación compleja con soluciones inéditas. El bipartidismo era propio de los ochenta pero puede no serlo ahora. Habría que recordar aquello de Keynes: la situación ha cambiado y yo cambio mi manera de pensar, usted qué hace.

Quizás con este artículo no he hecho muchos amigos, pero a mí me ha supuesto un ejercicio de honestidad intelectual. Como siempre, reivindico el derecho a equivocarme.

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