Opinión | Sala de máquinas

Thoreau

Uno de los escritores decimonónicos más justamente reconocidos, admirados, leídos y releídos hoy en día es Henry David Thoreau. Los amantes de la naturaleza, de la vida apartada, de la meditación y del medio ambiente lo han tomado como una de sus principales banderas. Ciertamente, su obra es un firme mástil sobre el que seguir ondeando ilusiones.

Sus libros, la mayoría compuestos a base de pequeños textos, sucintas reflexiones o sentencias elaboradas con un lenguaje muy conciso, se reeditan una y otra vez en numerosos idiomas. Y, sin embargo, cuando empezó su carrera literaria, Thoreau tuvo que costearse sus propias ediciones. De la tirada de mil ejemplares de Breviario de ciudadanos libres (que ahora acaba de reeditar al castellano el sello Austral), que él mismo se vio obligado a sufragar en su primera edición, ante la falta de editor, los libreros norteamericanos de su época le devolvieron setecientos. Así, Thoreau pudo bromear: «Mi biblioteca consta de unos novecientos ejemplares, pero la mayoría los he escrito yo».

Poco a poco, sin embargo, superando su fracaso inicial, fue obteniendo algunos éxitos y reuniendo suficientes lectores como para seguir publicando títulos como Walden, Un paseo invernal, Un yanqui en Canadá, La desobediencia civil, Manzanas silvestres o Una vida sin principios. En el presente Breviario editado por Austral se incluyen papeles póstumos de Los bosques de Maine o Cape Cod, la última serie de pensamientos a que el autor daría forma antes de su muerte en 1862.

Con su visión cósmica de la naturaleza como vehículo de libertad, Thoreau partió seguramente de las enseñanzas de su maestro, R. W. Emerson, filósofo trascendentalista, dueño de una obra lúcida y de una visión de un ser humano que más se dignifica cuanto más se contempla en el espejo de la naturaleza.

Thoreau trabajó para Emerson como secretario, pero su sed de saber le llevó a filosofar por cuenta propia y a escribir frases como éstas: «Creo en el bosque, en la pradera y en la noche en la que crece el maíz»; «Es la naturaleza salvaje la que preserva el mundo»; «Todas las grandes iniciativas son autosuficientes»; o «No soy capaz de ver el cielo porque no soy capaz de ver el fondo de mí mismo».

Un referente de la libertad.

Suscríbete para seguir leyendo