Opinión | Sala de máquinas

Salvando a Freud

Los ataques de los judíos a los palestinos, el genocidio que Benjamín Netanyahu ha ordenado contra los habitantes de Gaza ha puesto mayoritariamente a la opinión mundial en contra del Estado hebreo. La imagen de los soldados israelíes masacrando a la población vecina está borrando cualquier simpatía que el recuerdo del holocausto sufrido en sus propias carnes pudiera aún conservar, aunque siga siendo cierto que, si alguien sufrió la persecución por motivos raciales, la limpieza étnica, la «solución final», fue esta raza, errante hasta su asentamiento en el actual Israel.

Cuando todavía era un pueblo en la diáspora, repartido en un éxodo que abarcaba todas las latitudes, un Hitler con quien ahora Netanyahu se hermana determinó su exterminio. Comenzó entonces la huida de miles de familias acosadas en Alemania y Austria por camisas pardas. Una de ellas era la de Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis seguía trabajando en su despacho de Viena cuando recibió las primeras amenazas y registraron su domicilio. Para ponerlo a salvo se necesitaron una serie de ayudas y circunstancias relatadas en el libro de Andrew Nagorski Salvar a Freud (Crítica). Un relato de la peripecia de salvamento de los Freud, pero también una historia paralela de los personajes que les prestaron ayuda, desde Marie Bonaparte al embajador norteamericano Bullit, sin olvidar a Jones, Ferenczi y otros psiquiatras que compartían los avances del psicoanálisis.

Salvar a Freud es, además, una especie de biografía complementaria del propio Sigmund, aportando episodios poco conocidos. Y, asimismo, un recorrido por su devenir intelectual y físico, más duro a medida que iba cumpliendo años y los problemas de salud –el cáncer de mandíbula, en particular– le iban pasando factura.

Su relación con su hija Anna, que daría continuidad a sus estudios, con la fascinante Lou Andreas-Salomé o con su discípulo, primero, y rival, después, Carl Jung, aportan al ensayo de Nagorski una gran riqueza psicológica y un encanto especial, el de invitarnos a conocer un poco más de cerca el alma de quien tantas analizó, y cuyo corazón, sobresaltado por la intolerancia, latió siempre en clave humana.

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