Opinión | Editorial

Zaragoza quiere volar más alto

El Gobierno de Aragón ha recuperado la ambición de lograr para el aeropuerto el viejo anhelo de una base permanente de la mano de la recuperación de sus datos de pasajeros

Hace más de diez años lo tuvo en su mano cuando obtuvo su record de viajeros

Un avión de Vueling en el aeropuerto de Zaragoza.

Un avión de Vueling en el aeropuerto de Zaragoza. / Miguel Ángel Gracia

El aeropuerto de Zaragoza está en un momento dulce, su crecimiento en el número de pasajeros ha venido acompañado en los últimos meses por un Gobierno de Aragón que parece más decidido que nunca a apostar fuerte por atraer la ansiada base de operaciones permanente que multiplicaría los vuelos desde la terminal de Garrapinillos, sus rutas con otras ciudades europeas o nacionales y, en consecuencia, sus viajeros en la estadística de la red de Aena en España.

Ganar presencia en el mercado internacional es un viejo anhelo que, por primera vez en mucho tiempo, parece no estar sujeto a condicionantes internos sino que depende más de factores externos, como la situación que atraviesan algunas de las compañías que podrían estar interesadas en que sus aviones durmieran en Aragón.

Las ventajas de lograrlo serían las ya conocidas: mejores horarios para despegar y aterrizar en la pista aragonesa (ahora muchos de ellos son por la tarde y eso supone perder un día de escapada), una mayor oferta de destinos para ser el referente en el Valle del Ebro, donde tiene un mercado potencial de 5 millones de personas, y lograr mayores oportunidades de ampliar el número de turistas a los que poder redirigir a la oferta diferencial que puede ofrecer la comunidad a países y ciudades que, quizá, ahora no se sienten tentados por ella por el sencillo obstáculo de no tener una conexión directa con Aragón.

Este es el objetivo que le ha movido a transformar el recelo vivido durante la última década a destinar ayudas públicas (bajo el paraguas legal de los contratos de publicidad) a compañías como Ryanair, Vueling o Volotea, entre otras muchas, y ahora parece haberse tornado en una mayor autoestima que se traduce en una voluntad de tanteo para lanzarse más decididamente a por esa base de operaciones permanente. Porque, sencillamente, la Administración parece dispuesta a arriesgar tirando de caja o porque en Zaragoza y Aragón se ha despertado un interés por negociar que era inédito desde que en 2011 alcanzara sus cotas más altas en pasajeros con 751.000 en un año. Ahora quiere romper su techo y parece saber cómo quiere hacerlo.

El ejemplo de Vueling es solo uno más de los síntomas del interés que despierta Zaragoza en esas compañías que confiaron hace tiempo en su aeropuerto y ahora ven oportunidades de negocio más allá de sus operaciones y de su aumento en pasajeros desde la capital aragonesa. Su Centro de Desarrollo Agile, en el parque empresarial Dinamiza, ha sido una apuesta por el sector tecnológico y ha conseguido un crecimiento indudable: donde empezaron trabajando ocho personas ya son 140 en siete años. Pero a Vueling solo le frena sus problemas internos para estudiar la posible implantación de una base permanente en Zaragoza dentro de un plan de expansión que, tardará más o menos.