Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Cataluña, sí

La deflagración del independentismo en Cataluña, además de una buena noticia, puede convertirse, y a no mucho tardar, en una estrategia política. Este tipo de ocasiones, cuando se dan, conviene aprovecharlas.

En beneficio de los propios catalanes, para empezar. Millones de ellos han venido soportando la absurda deriva, la captura ideológica, el doctrinario tormento a que les sometían sus escorados líderes. Que no lo eran ni lo son. De serlo, no dimitirían a la primera de cambio o no habrían huido en el maletero de un coche. Al margen de Tarradellas y Pujol, que sí tuvieron carisma, y mucho, los restantes profetas del catalanismo se han dado con el cayado en el pie. ¿Alguien se acuerda de Quim Torra? ¿Qué fue de Artur Mas? ¿Qué será de Pere Aragonès?

¿Y de Puigdemont? Puesto que no va a ser presidente de la Generalitat, deberá cumplir su promesa y abandonar la política, pasando a engrosar esa larga lista de iluminados cuyas utopías acabaron ardiendo en la hoguera de las vanidades, pero cuyas brasas, eso sí, les servirán para calentarse a la sopa boba de un salario vitalicio. Otro, en lugar de Puigdemont, vendrá, y hasta bueno lo hará, pero el independentismo extremo, el irredento talibanismo catalanista está muy tocado. No hay que darle más alas.

Aragón, el vecino hermano, tiene un papel que jugar en la reconversión de la hija pródiga. Cataluña no puede seguir en manos de espurios padrastros, sino en el seno de la comunidad autonómica de un Estado al que no solo pertenece, sino que ha liderado en numerosas ocasiones. Un acuerdo entre Aragón y Cataluña, entre Azcón e Illa, entre nuestras respectivas fuerzas y sinergias empresariales y culturales pondría en pie otra realidad mucho más amplia y poderosa que esa reducida óptica de la Cataluña prosecesionista. Hay que tender la mano, ofrecer proyectos, diseñar destinos como tantas veces los inspiró nuestra común historia. Aragón puede paliar la soledad de Cataluña, su extraño apartamiento, y abrirle todas las fronteras, en especial aquellas que, invisibles, sólo existen en el sentimiento equivocado, en el pensamiento erróneo, en el rencor.

Hagamos juntos un nuevo camino.

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