Opinión | SALÓN DORADO

Escalivada a la catalana

La escalivada es un plato típico de la cocina catalana. Los ingredientes tradicionales son berenjena, pimiento rojo, cebolla, tomate, ajo, aceite de oliva virgen extra y sal. La auténtica se prepara con las verduras asadas a la brasa (escalivar es un verbo castellano que significa «quitar las cenizas para avivar el fuego»), aunque por comodidad se hace al horno (asen hora y media las verduras, el tomate sólo media hora, y pinchen la berenjena, o estallará y les pondrá todo perdido).

Hace años que Cataluña es una verdadera escalivada política, con resultados tan volubles que no hay modo de aclararse. Unas elecciones las gana Ciudadanos, en las siguientes se reduce a la más absoluta futilidad y de pronto desaparece cual verso de Cervantes: «miró al soslayo, fuese, y no hubo nada»; por cierto, este soneto comienza con la expresión «Voto a Dios», con la que don Miguel se encomendó al Altísimo, no a un partido con ese divino nombre. También son mutantes otros como Esquerra Republicana, que de presidir la Generalitat pasa a perder la tercera parte de su electorado y se cobra las dimisiones del inadvertido Pere Aragonès y del lacrimógeno Oriol Junqueras, aunque este último encabeza la lista de eurodiputados (se gana una pasta) y anuncia que volverá porque el buen hombre lo vale y dice que aún tiene mucho que aportar a «la defensa de la terra». Los de Junts, o como se llamen en los próximos comicios (cambian más de nombre que Pedro Sánchez de opinión), parecían abocados a la ruina electoral con un irrelevante Carles Puigdemot a la cabeza, pero la aritmética parlamentaria de las últimas elecciones generales les renació de sus cenizas. Por su parte, PSC, PP y Vox están contentos, ya veremos si su función acaba en comedia o en drama, porque uno gana, otro multiplica por cinco sus escaños y el tercero se queda como estaba más un puñadito de votos. Sumar, en Cataluña son los Comunes, resta votación tras votación, las CUP van camino de la irrelevancia y la nueva Alianza Catalana entra con dos diputados dispuesta a echar en cuanto pueda a todos emigrantes que no sepan decir si us plau, bailar una sardana y preparar una escalivada como manda la Moreneta.

Y así, entre verduras y elecciones, sigue la fiesta, sobre todo para los expresidentes de la Generalitat (Pujol, Montilla, Mas, Torra, Puigdemont y ahora también Aragonès), que se llevan una pensión vitalicia de unos 6.000 euros al mes, además de oficina, coche, chófer y secretaria. Éstos sí que son los genuinos defensores de la tierra.

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