Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Lógica y logística

La apuesta del Gobierno de Aragón por la logística ya no puede ser más lógica.

Viene sustentada, muy oportuna y racionalmente, por su propia y larga inversión en nuevos polígonos y grandes parques o espacios empresariales y tecnológicos, y por la única política que ha merecido consenso tras consenso, unanimidad tras unanimidad en los debates, consideraciones y votaciones de las Cortes de Aragón.

En su presentación de un nuevo y ambicioso proyecto, cuarenta nuevas hectáreas destinadas a ampliar Plaza y aledaños, el presidente aragonés, Jorge Azcón, y la consejera de Economía, Mar Vaquero, remacharon esa lógica de nuestra logística con los planes de una estrategia autonómica y nacional, más los datos de la inversión extranjera y de la creación de empleo. El hecho de que las grandes multinacionales norteamericanas hayan elegido el valle del Ebro y su capital para instalar sus descomunales y carísimas instalaciones no obedece a un mandato institucional ni a condicionante político alguno, sino a la lógica de su logística, a la claridad de sus previsiones e ideas, a la planificación y consejo de sus expertos, ejecutivos y técnicos, ninguno de los cuales podría permitirse el lujo de cometer un error de bulto a la hora de decidir dónde instalar las firmas tecnológicas más punteras del mundo.

Todo ello, este gran éxito, la conversión de Zaragoza en El Dorado de la logística, de Aragón en una nueva tierra prometida para esos hijos digitales errantes por el globo, se ha conseguido sin apenas inversión estatal. Llama la atención que el Gobierno español lleve setenta años –franquismo y transición– invirtiendo con prioridad cantidades ingentes del erario público en determinadas regiones o autonomías, entre las cuales raramente se ha contado Aragón. La prosperidad de nuestros vecinos no habría sido la misma sin ese esfuerzo colectivo, pero decidido desde Madrid. Sin las fabulosas infraestructuras para Barcelona y Bilbao, pagadas con los impuestos de todos los españoles, estas dos ciudades no estarían donde están, ni sus industrias tampoco. Tanto la burguesía vasca como la catalana han sido las clases sociales más subvencionadas en la historia contemporánea.

Aragón, en cambio, sin apenas inversión estatal, impulsado por su propia gente, las está pasando en el terreno de la logística, demostrando su clara superioridad. Simplemente, porque lo es.

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