Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Genocidas

Resulta curioso comprobar cómo algunos políticos tienen reparos o problemas de conciencia a la hora de emplear la palabra «genocidio».

La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha decidido finalmente aplicársela a Israel, y a su comandante en jefe Netanhayu, una vez que los judíos han matado a 35.000 palestinos y herido a 80.000, en su mayoría hombres inocentes, mujeres y niños. El presidente valenciano, sin embargo, Carlos Mazón, es reacio a emplear ese término, prefiriendo el de «aberración», que supongo le parecerá aberrante a la proisraelí Díaz Ayuso. Para sectores de la derecha, el ejército hebreo no es cruel, asesino, genocida, sino una justa arma de lucha contra el terrorismo internacional.

En otra línea, pero con parecidas conclusiones, se expresan esas mismas voces a propósito de Vladímir Putin.

Según sus seguidores, el tirano ruso no sería tal, ni un asesino, ni mucho menos un genocida, sino un reconquistador de antiguas fronteras que le fueron usurpadas por Estados Unidos y Occidente. Que imparciales equipos de forenses hayan documentado las masacres contra la población ucraniana llevada a cabo por soldados rusos, descubierto fosas comunes, documentado robos de niños, violación de mujeres y tortura de aquellos civiles sospechosos de colaborar con Zelenski, en un número que ronda las 50.000 víctimas, no es suficiente para emplear el concepto «genocidio».

Quizá deberían escuchar a testigos del horror ruso como Maria Aliòjina, cantante del grupo Pussy Riot, detenida y encarcelada en varias ocasiones por su oposición al régimen del Kremlin.

En una reciente entrevista, la artista denunciaba las condiciones de su prisión en una celda de aislamiento en una de las colonias penitenciarias siberianas, como en la que mataron a Navalny, a -35º, el rociado con gas lacrimógeno, los golpes, la tortura psicológica por parte de los servicios secretos... Por fortuna, Maria Aliòjina consiguió huir. Desde el exilio afirma que son millones los compatriotas que, dentro y fuera de las fronteras de Rusia, se oponen a Putin, y advierte a Occidente sobre las consecuencias de una victoria rusa en Ucrania. La invasión proseguiría contra Polonia, Georgia, Moldavia...

¿Asesinos? ¿Genocidas? ¿O, simplemente, protagonistas de circunstancias «aberrantes»?

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