Las orcas se revuelven. Arremeten contra embarcaciones. Asustan a los humanos. Está ocurriendo en el Estrecho de Gibraltar. Desde hace algo más de un año, estos cetáceos están desconcertando a navegantes y biólogos. Nadie se explica qué esta pasando. Se han contabilizado un centenar de incidentes este mes de agosto. Por eso acaban de constituir un grupo de trabajo para recoger datos y encontrar respuestas.

Se calcula que existen unas 50.000 nadando por todo el mundo. Pueden vivir 80 años y hasta ahora no se las consideraba agresivas. Tampoco es que se las tache ahora de asesinas. Lo que sucede es que nadie entiende lo que están haciendo. ¿O sí?

Hasta el momento existen varias posturas al respecto. Algunos señalan que no son ataques como tales, que las embestidas de algunas orcas son fruto de su curiosidad. Parece ser que estos animales simpaticotes son sociables e inteligentes. Aunque tengan mala prensa por culpa del cine. Otros, sin embargo, achacan su comportamiento a la acción del hombre. Algo les habrá ocurrido con las personas que se han cruzado para ahora querer vengarse.

En este último caso, razones no les faltarían. Las hemos molestado, acosado, birlado gran cantidad de los atunes de los que se nutren. Las hemos matado y contaminado. Les hemos ensuciado su hábitat, alimentado de plásticos, calentado la temperatura del mar. Las hemos obligado, incluso, a cambiar de costumbres. Llenamos las aguas de barquitos para avistarlas, rodearlas, perturbarlas y luego nos preguntamos por qué les disgusta nuestra presencia.

Si científicamente consiguen apuntalar la teoría de la intromisión humana como causa de la modificación de la conducta de las orcas supondría una nueva bofetada de realidad. Lo llevamos viendo décadas. De vez en cuando se activa algún mecanismo de responsabilidad y se legisla. Se prohíbe o se regula alguna actividad específicamente dañina pero realmente no se implementan las medidas eficaces suficientes. Menos aún si tocan el bolsillo de los ciudadanos.

Ahora tenemos la oportunidad de redimirnos. La Unión Europea está regando de millones a los países miembros para descarbonizar la economía. No podremos rectificar algunos desastres pero sí evitar otros nuevos. Habrá que intentarlo y, sobre todo, convencer al resto de potencias como Estados Unidos y China que en esto o vamos de la mano o no hay nada que hacer.

Lo de las orcas puede ser un aviso a navegantes. Una metáfora de la vida animal que se rebela contra la humana. Si han visto La guerra del planeta de los simios ya sabrán a lo que me refiero. Experiencia tenemos en comprobar que los argumentos de las películas no siempre son ciencia ficción.