«Pucherazo». «No me merecía este sufrimiento». «Soy la ganadora moral». Son algunas de las afirmaciones que se escucharon este fin de semana en el XV Congreso del PAR. Gritos, enfrentamientos, aplausos. No faltó de nada. Ni acusaciones de manipulación y amaño.

Resulta evidente la brecha entre oficialistas y renovadores. El Partido Aragonés, con más de 40 años de historia, está dividido. Roto quizá es decir demasiado. Casos más graves hemos visto en la historia reciente de nuestro país y hoy desayunan en La Moncloa. Ahora toca, como siempre tras una cita movidita, coser el partido. Acercar posturas. Llegar a acuerdos por el propio interés de la formación. Por supervivencia. Que los tiempos cambian y la política evoluciona. Y quien se estanca acaba lastrando y restando opciones a los suyos.

Es más que probable que no haya integración de los críticos. Ni intención de sanar heridas. Ni de restañar nada. No nos engañemos. Al final, después de meses de tensión, se libera energía, alegría y, también, algo de arrogancia para presumir de victoria, que para eso se ha ganado. Con el paso de las semanas todos estos sentimientos probablemente se diluyan y sí pueda abrirse alguna puerta al diálogo. Entonces podrán empezar a hilvanar.

No sé qué pensarán ustedes pero a mí, ver a plena luz del día estos espectáculos internos, me reconcilia con la política. Muchos nos quejamos a menudo de la oscuridad que envuelve siempre las negociaciones, los pactos, las mesas de diálogo, los procesos de liderazgo. Reclamamos transparencia, autenticidad, menos postureo y más improvisación. Pues aquí lo tenemos. La naturalidad del cabreo al enterarse de que pesarán en el recuento unos votos delegados. Las quejas vehementes por unas afiliaciones de última hora.

Hay quien lo critica. Yo no. Es triste que compañeros de partido que se conocen hace tantos años lleguen a este extremo. Pero ¿acaso no sucede lo mismo en todas las formaciones políticas alguna vez? La diferencia es que esta vez lo hemos visto casi todo. Es como muchas Nochebuenas en familia, cuando salta la chispa entre langostino y langostino. La vida. Discrepar, discutir, reconciliarse y acabar remando en la misma dirección hasta las próximas Navidades. Otra cosa es que alguien decida guardarse en el baúl de los rencores todo lo dicho en plena pelea y sacar el arsenal poco a poco el resto del año. Con juego sucio. Sin respetar las reglas. Pero si no es así, lo demás debería entrar dentro de la normalidad democrática de los partidos. Esos mismos que constituyen actores políticos fundamentales de nuestro sistema. El sistema. Del que todos formamos parte y que entre todos deberíamos cuidar.