Seremos viejos, algunos en no mucho tiempo. Si llegamos con vida a 2050, seremos 17 millones de españoles por encima de los 64 años, un 32% de la población. Seremos la cohorte de edad más poderosa, duplicaremos a los mayores de ahora que sobrepasan los 9 millones de ciudadanos. Seguiremos entonces siendo una sociedad controlada por la dictadura de la belleza y la juventud o más bien las motivaciones económicas y publicitarias nos elevará a los altares del deseo. Ya no será necesario ese travestismo juvenil al que se ve obligado Jeff Bezos, jubilado de oro, para parecer integrante de una generación que abandonó hace décadas porque envejecer ya no será algo que se oculte, una condición que margina y a la que se ignora como ocurre ahora.

Hemos apartado las virtudes de la edad como innecesarias para este ritmo frenético justo cuando más necesitamos de ellas, ni la experiencia, ni la perspectiva desapasionada que dan los años encuentran valor en una realidad emocional construida entre el amor y el odio. Es necesaria una campaña como «Soy mayor, pero no idiota» para recordar no solo el olvido sino la condescendencia con la que tratamos a las personas que acumulan más años. Y no desde una perspectiva institucional o empresarial sino en nuestras relaciones cotidianas. Veremos si nuestra generación será capaz de bailar en el metaverso, esquivar los ataques por ransomware o manejarnos con la tecnología blockchain mientras sentimos la misma impotencia y vergüenza, en muchos casos, que los mayores ahora para manejar una aplicación bancaria o solicitar cualquier documento en la administración electrónica.

Conoceremos la condescendencia de quien te lo explica con el asombro que da la juventud, sentiremos la injusticia de carecer de interés cuando no resultas de utilidad, y soportaremos que nos hablen con diminutivos supuestamente cariñosos igual que a los niños chicos que también son pequeños, pero no tontos. Los márgenes de la edad como los de la vida siempre tienen más riesgo de exclusión, comprender que la dependencia no hace a las más personas más débiles, menos dignas, con el derecho a la misma autoridad es un proceso difícil de entender a no ser que lo estés protagonizando. Seremos mayores, pero no nostálgicos porque esa es otra tumba, la época en la que vives es también la tuya, tengas veinte o setenta años. Es tan mío el rapero Bad Bunny como lo fue Radio Futura o Rocío Jurado, y mientras tanto respeto reverencial a una generación que conoció la miseria humana y la capacidad de transformación en un trayecto vital que nunca alcanzaremos.