El triángulo

El dilema de Azcón

Carolina González

Carolina González

La política es una mezcla de acierto, suerte y oportunidad. La inteligencia suma, como la intuición y la prudencia. Rodearse de personas que te tiran de la manga cuando sientes la tentación de ascender a las nubes también es una baza. Nada de palmeros, estómagos agradecidos ni gargantas de las que solo salen obviedades y cumplidos.

La vida siempre te coloca en posiciones incómodas. Caminos que se bifurcan en los que debes elegir. En ese momento se encuentra Jorge Azcón. El presidente del PP de Aragón y alcalde de Zaragoza debe decidirse entre un reto mayúsculo como enfrentarse a Javier Lambán en las elecciones autonómicas o seguir transitando cómodamente por el terreno municipal.

Su jefe de filas nacional le lanzó ayer un buen dardo. Tan elegante y aparentemente inocente como certero y efectivo. Alberto Núñez Feijóo señaló de forma velada en una entrevista de radio que esperaba que él fuera quien anunciara su candidatura a la presidencia del Gobierno de Aragón. De refilón afirmaba que la candidata, con «a», a la Alcaldía de Zaragoza hiciera lo propio en breve. De un plumazo el gallego se revelaba poco gallego y despejaba dos importantes incógnitas dentro del PP. Podía haber tirado de diplomacia para no contestar, pero eligió ser claro y dejarse de rodeos.

Visiblemente molesto Azcón respondía, también a preguntas de periodistas, que una cosa es que Feijóo tenga una opinión y otra que ambas coincidan. «La decisión la tomaremos en Aragón», sentenció.

La plaza municipal se le ha dado bien. Como alcalde se ha empeñado en gobernar para toda la ciudad aunque no siempre le haya salido como él quería. Se mueve como pez en el agua en los besamanos de los barrios, los cara a cara de los plenos y los despachos de quienes pueden ayudarle a desatascar grandes proyectos de futuro para la ciudad. Su gobierno con Ciudadanos ha funcionado razonablemente y es probable que muchos de los naranjas acaben en sus listas los próximos comicios.

Salir al extrarradio es otra cosa. Patearse los pueblos, conocer la política hidráulica, hacer oposición a Madrid y medirse de tú a tú con el presidente del Gobierno es un desafío impresionante. Plantarle cara a un consolidado Lambán, prestigiado por sus revueltas contra su propio secretario general y sabedor de que su granero de votos abarca de izquierda a derecha, requiere energía. Y sacrificio. Y conciencia de que puede perder protagonismo si no gobierna y pasar del poder al ostracismo en horas. Decidir voluntariamente caminar hacia el matadero no es fácil. Pero la política es tan poco agradecida como incierta. Nadie sabe si al final el cierzo soplará a su favor en el último momento.

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