Formar gobierno mirando a Madrid

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

Las noches electorales deberían ser noches para la prudencia, aunque todos estemos esperando declaraciones impactantes de vencidos y vencedores. No es el momento de dimitir, aunque te lo pida el cuerpo o de proclamarte seguro ganador si los números dan ajustados porque igual al día siguiente Pedro Sánchez convoca elecciones y los ritmos cambian.

Y Javier Lambán, que acababa de entonar una despedida aplazada, decide que quiere seguir siendo presidenciable si excluimos los votos Vox, y Jorge Azcón acelera tanto los tiempos que pide que no se entorpezca el traspaso de poderes en las consejerías cuando ni siquiera se ha celebrado la sesión constitutiva de las Cortes de Aragón. Otra vez la mirada nacional marca nuestra política, porque las elecciones generales lo pueden todo, hasta el todavía consejero Soro es uno de los protagonistas de la principal incógnita de esta convocatoria, si Sumar será capaz de agregar a toda la izquierda o seguirán dejando restos a lo largo y ancho del país.

Siendo que las cartas con las que se juega esta partida están bien claras desde el 28 por la noche, quizás podríamos ahorrarnos estas escenificaciones. El PP no va a establecer un cordón sanitario frente a la ultraderecha, el PSOE sabe que no tiene posibilidades de Gobierno autonómico, la petición del PP de abstención generalizada para no depender de Vox cuando se ha hecho en otras instituciones no resulta creíble, y la intención del PSOE de que derecha y ultraderecha queden retratados juntos en una foto de familia es una de sus estrategias.

Ni el cordón sanitario consigue parar el auge de los ultras alemanes que se sitúan segundos en las encuestas después de la CDU, aunque ahí el centro derecha se niegue a negociar con Alternativa para Alemania. En Aragón parece que lo que queremos es invisibilizar a los 7 diputados de Vox, que se sentarán en un parlamento que quizás también es invisible para ellos porque hace nada les parecía uno de los principales males de la democracia española. Invisibilizar a los 73.677 aragoneses que han decidido que la ultraderecha sea la tercera opción en esta comunidad autónoma. Son un aliado incómodo para el PP, que ni siquiera le aprueba presupuestos como en Madrid o pone en apuros al presidente autonómico, como a Mañueco, pero necesario en algún momento de la legislatura. El PSOE debería dejar de agitar el miedo a la ultraderecha, no porque no sea un retroceso antidemocrático remedo de un neofranquismo antiglobalizador, sino porque ya no produce temor en la sociedad, hasta ocupan portadas de la prensa rosa o lideran TikTok. De la nueva política sólo quedan ellos, tanto viaje para llegar aquí.

Suscríbete para seguir leyendo