Opinión | EL TRIÁNGULO

‘La estrella azul’

El filme de Macipe es la máxima expresión del trabajo, la entrega, la convicción y la creencia en uno mismo de un humilde amante del cine

Pocas cosas remueven tanto por dentro como el cine. Quizá la música sea la única que pudiera asemejarse en cuanto a capacidad de emoción y evasión. Si alguien es capaz de hacer confluir estos sentimientos con una creación artística ya puede morirse tranquilo y olvidarse de escribir el libro y plantar el árbol.

Por si eso no supusiera una tarea complicada por sí misma, imaginen que el autor logra, además, la opinión unánime del público y la crítica. Que los espectadores que acuden a ver tu propuesta no solo la acepten con agrado, sino que acaban levantándose de la butaca con los ojos enrasados, las manos dispuestas a cambiar de color y las piernas lo suficientemente despiertas para salir a toda prisa y contar a las personas que quieren que no deben perdérsela. Cuando la cadena funciona así de una forma natural, sin obligación, sin compromiso, solo por amor, simplemente resulta maravilloso.

Está al alcance de muy pocos que la historia traspase de la pantalla directamente a las entrañas de quien se sienta frente a ella sin pretensión alguna. Conseguir que la atmósfera de la película te punce el alma y el pellizco perdure semanas hace de esa relación un vínculo irrompible. Pase lo que pase ya, los ojos que han visto cada una de las escenas y los oídos que han escuchado todos los diálogos nunca podrán enfrentarse al mundo de la misma forma.

Ese argumento lleno de verdad, respeto, admiración y entrega existe. Se llama La estrella azul, de Javier Macipe, y es la máxima expresión del trabajo, la entrega, la convicción y la creencia en uno mismo de un humilde amante del cine. Su primer largometraje es uno de esos ejemplos de lucha, supervivencia y corazón no poco frecuentes en el mundo de la cultura. El film del director aragonés se ha enfrentado, entre otras muchas cosas, a problemas de financiación y una pandemia que le llevaron directamente a la uci. Lo medicaron, lo reanimaron y al final, como pasa en los hospitales, algo objetivamente inexplicable acabó desestabilizando la balanza y dando la victoria a la vida sobre la muerte.

La mezcla de géneros, la metaficción, el homenaje a un músico, el idilio de un país con su folclore, la admiración de un actor por su personaje... la alineación de todos los elementos es tan perfecta que convierte la historia de Mauricio Aznar en la de todos. Permitimos que el líder de Más Birras nos arañe y nos desgarre. Le agradecemos, incluso, el zarpazo a pesar del vacío y la melancolía que nos deja. La mejor decisión como espectador es dejarse llevar sin miedo y guiarse por su estrella, porque el azul en la noche también puede verse. Solo dependerá de los ojos con que se mire.

Suscríbete para seguir leyendo