Opinión | EL TRIÁNGULO

Una cama para el enemigo

Solo los ucranianos saben del dolor que supone abandonar un país o ver cómo los sueños son arrasados en medio de la barbarie de una guerra

La visita de Zelensky se cerró con el compromiso de Pedro Sánchez de entregar armamento por valor de 1.100 millones de euros a Ucrania, mientras que, como señal de protesta por ese anuncio armamentístico, ERC, EH Bildu, Podemos y BNG plantaron al presidente ucraniano, quien a primera hora de la mañana del lunes fue recibido por el rey Felipe VI en una visita que España entendió de Estado.

Ninguna guerra tiene un final feliz y algunas ni siquiera tienen final, como es el caso de Gaza, lo que implica que los pueblos sufran durante décadas el horror y la miseria y no tengan más futuro que el presente inmediato de no saber qué pasará mañana. Y siempre en medio de todos los conflictos surge el tema de la industria armamentística, llegándose a afirmar en algunas ocasiones que estos todopoderosos han sido los artífices del comienzo de determinadas guerras. Pero volvamos a Ucrania, país cuya adhesión a Europa comenzó en diciembre de 2023 una vez que sus fronteras fueron tomadas por Rusia, iniciándose una guerra que era más bien una invasión y que continúa día a día en una escalada de violencia que sufren los ucranianos y nadie más: solo ellos saben del dolor de abandonar un país o de ver cómo los sueños son arrasados en medio de la barbarie. Y entonces surge la pregunta de si Europa debe seguir suministrando armas a Ucrania para defenderse de Rusia en un conflicto que nadie ganará o si bien hay que dejar que Rusia imponga su victoria y doblegue a Ucrania y de alguna forma a la Unión Europea que tan beligerante ha sido una y otra vez con Moscú. La respuesta es compleja porque la lógica nos invita a pensar que si no hay armas no habría guerras pero, ¿qué hacemos cuando el invasor tiene armas y un plan endiablado para el futuro de Europa y no parece existir otra mediación posible que no sea la del enfrentamiento armado? Hay una metáfora en las guerras que sucumbe a cualquier argumento y que late en todas las pulsiones del ser humano cuando no recibe más que hostilidad y miedo y su defensa solo encuentra una puerta que se abre cuando el enemigo muere y se cierra cuando el enemigo eres tú y pierdes la vida.

No sé si plantar a Zelensky es una buena idea, porque a Zelensky le da igual y desgraciadamente la paz a la que aspiramos no ampara brotes de rosas, sino espinas cada día más solidas y retorcidas en la mente de quienes aspiran a ser líderes del mayor y más absoluto fracaso y que jamás ofrecerán una cama al enemigo, solo ruina y una triste postal de destrucción, que es lo que Putin quiere hacer con Ucrania.